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Sumario Ejecutivo

Emilio Morales, autor del presente estudio, afirma que las remesas en Cuba son el soporte financiero de la subsistencia de millones de cubanos. Pero, por otro lado, la metodología consolidada por el Grupo de Administración Empresarial S.A. (GAE S.A, hoy conocida como GAESA) para su apropiación ha apuntalado a un régimen que, pese a esa inyección constante de capital, se derrumba por su propia incompetencia.

En treinta años el exilio ha enviado a Cuba un total de 52,251.99 millones de dólares en efectivo, y otros 50,000 millones en bienes de consumo. Esta ha sido la línea de crédito más jugosa y sin intereses que logró acomodar la autocracia que controla el poder en Cuba a su conveniencia e intereses.

El monto de esas remesas es un indicio del potencial inversionista de la diáspora en la futura reconstrucción y desarrollo de la isla una vez que existan las libertades políticas y económicas necesarias para ello y que hoy siguen siendo inexistentes.

En su momento, autorizar el envío de remesas familiares a Cuba implicó un riesgo muy grande para la dictadura cubana desde el punto de vista político. Sin embargo, permitir las remesas, así como la inversión extranjera y el turismo internacional, fueron riesgos calculados que el gobierno decidió asumir en función de la sobrevivencia del régimen.

Las remesas no fueron concebidas para cambiar el modelo económico y desarrollar el país. Desde un inicio las remesas a Cuba –al igual que las inversiones extranjeras y el turismo– fueron pensadas por Fidel Castro como una respuesta coyuntural –que eventualmente podría luego revertir o regular si se hacía necesario– a la necesidad de sobrevivencia del régimen, no como una oportunidad para desarrollar la economía. Un “mal necesario” y siempre reversible.

Las remesas constituyeron la base financiera que sirvió para tejer la infraestructura minorista dolarizada que hoy existe en toda la isla. Esta se comenzó a construir desde entonces con los dólares que llegaban a la isla de la mano de los exiliados. Aquellos que habían sido catalogados por el régimen como gusanos y escoria.

En este sentido, el régimen utilizó varias estrategias para tratar de minimizar el impacto de las remesas en la sociedad.  Como parte de su estrategia política para preparar ideológicamente a la militancia partidista, el régimen en su discurso oficial sustituyó la palabra «gusano», la cual utilizó por muchos años para identificar y demonizar a la diáspora cubana, por la categoría de «Comunidad cubana en el exterior». Con este cambio de lenguaje el gobierno cubano atemperaba el acercamiento al exilio con un lenguaje blando para construir su acercamiento solapado en busca de los dólares que tanto necesitaba.

El autor clasifica las remesas en tres etapas. La primera etapa (1991-2006) constituyó el inicio con reformas implementadas por Fidel Castro para salir de la crisis denominada “Período Especial en tiempos de paz”. La segunda etapa (2007-2018) es el periodo de las reformas emprendidas por Raúl Castro cuando llega al poder en el 2006, las cuales comenzaron a gestarse en el 2008 y tuvieron su punto clímax después del 2011 cuando se aprueban los Lineamientos en el Congreso del Partido. Por último, la tercera etapa (2019-2023) es “la continuidad”, marcada por la implementación de las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC), la Tarea de Ordenamiento Monetario, el nuevo Mercado Cambiario y la “bancarización” bajo la presidencia de Miguel Diaz Canel.

En el período 1993-2006 Cuba recibió por concepto de remesas un total de 11,751 millones de dólares en efectivo. En esta etapa el 85% de las remesas llegaban desde los EEUU. En ese período de tiempo aparte de Western Union en el sur de la Florida, operaban un poco más de 100 pequeñas agencias que enviaban remesas a Cuba.  En ese período las remesas jugaron un rol importante en el desarrollo del movimiento de los emprendedores.

La segunda etapa (2007-2018) fue la de mayor impacto. Las remesas alcanzaron un volumen de 31,311.47 millones de dólares en efectivo. En ese período las remesas jugaron un rol importante en el desarrollo del movimiento de los emprendedores cubanos.

En este intervalo de tiempo el régimen tuvo la oportunidad, de haberlo deseado, de allanar el camino a la prosperidad y el desarrollo económico. Sin embargo, optó por consolidarse como estado mafioso para conservar el poder. “Estado mafioso poscomunista” no es un término peyorativo, es una definición acuñada en sociología como una élite que gobierna el país como una organización privada que se apropia de recursos públicos. Es la “privatización del poder” para apropiarse de las principales riquezas nacionales (turismo, comunicaciones, remesas, exportación de profesionales), desarrollar actividades económicas paralelas (lavado de dinero y otras), en las sombras, y acumular capital en paraísos fiscales sin ser auditados. En Cuba, con esta nueva mutación del régimen, las remesas, a falta de líneas de créditos, se convirtieron en la principal fuente de financiamiento del nuevo estado mafioso. 

Es un negocio redondo porque, como demuestra el autor en este estudio, los dólares nunca llegan a manos de los cubanos, se quedan en las cuentas bancarias de las empresas manejadas por GAESA fuera de Cuba. El cubano recibe las remesas en tarjetas bancarias que solo sirven para comprar en las propias tiendas de GAESA (donde les venden productos al doble, triple o más de su costo de importación) o extraer en pesos cubanos el equivalente de las divisas que fueron depositadas, pero al cambio oficial más de dos centenares veces menor a su valor real.  Nunca puede extraer los dólares enviados por su familiar.

Desde un comienzo las remesas en Cuba siempre fueron controladas por las empresas en manos del aparato militar (MININT – MINFAR) del gobierno, primero fue la CORPORACION CIMEX, luego GAESA consolidó este negocio.

Ante el empuje de emprendimiento ciudadano, GAESA al ver que su poder económico cedía con rapidez grandes porciones de cuotas de mercado en ciertos sectores como el turístico, minorista y transporte, entre otros, decidió parar las reformas y lanzar una ofensiva en contra de los emprendedores. El efecto democratizador de las remesas fue detenido de un golpe.

En la tercera etapa (2019-2023) se produce un gran declive de las remesas al caer 70.83% en el 2021 (1,084.01 millones de dólares) en comparación con el 2019 (3,716.71) año previo a la pandemia. En el 2022, el primer año post pandemia las remesas alcanzaron 2,040.25 millones de dólares, lo cual significó un declive de 45.1% en comparación con el 2019.

A pesar de que esta maquinaria perfecta de control ciudadano y enriquecimiento ha estado funcionando por 30 años, comienza a observarse un proceso de desmantelamiento de esta dependencia. Esto está llegando de la mano de la propia diáspora y los residentes cubanos en la isla. El 45% de declive que han tenido las remesas con respecto al año previo a la pandemia así lo reflejan.

Si algo ha demostrado el envío de remesas a Cuba en estos 30 años es el potencial financiero real que tiene el exilio para poder transformar rápidamente el país el día que existan libertades -incluidas las libertades económicas- y derechos humanos. En tres años el país sería otro. La inexistencia de libertades de mercado y empresa -como son entre otros la ausencia de una propiedad legal de los negocios, libertad de invertir en cualquier sector y expandirse como empresa- ha impedido que las remesas sean libremente capitalizables y se hayan dedicado en su mayoría al consumo de subsistencia para los que las reciben.

La diáspora cubana tiene el potencial de inyectar más de 20,000 millones de dólares en un periodo de 24 a 36 meses si el país transita a una democracia con estado de derecho y libre mercado. No se trata solo de los multimillonarios de origen cubano, sino de los cientos de miles que podrían invertir parte de sus ahorros o sacar líneas de crédito para levantar negocios junto a sus familiares en el país en que nacieron.

La llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968 destruyó 55,636 medianos y pequeños negocios. Las políticas implantadas desde entonces para controlar las condiciones de aprobación y funcionamiento de cualquier emprendimiento privado han asfixiado el potencial de las fuerzas productivas nacionales. Las muy propagandizadas MIPYMES apenas suman 8,000 negocios y no funcionan en un contexto de libre empresa y mercado.

La insistencia del Estado en autorizar la existencia de cualquier negocio es para poder discriminar a los ciudadanos por sus creencias políticas o religiosas o por el simple hecho de tener otro país de residencia y excluir a todos ellos (millones de cubanos) de invertir en el Economía cubana. Si el Estado no reconoce legalmente la propiedad privada de todas las empresas, entonces no estamos en presencia de un sector privado. No existirá en Cuba sector privado, ni empresas privadas, ni empresarios privados hasta que el Estado -entre otras cosas- no reconozca legalmente el derecho de estas empresas a decidir en qué sectores invertir, a seleccionar sus socios entre cubanos o extranjeros dentro del territorio. isla y el exterior, exportar e importar directamente, fijar los precios de sus productos y servicios y venderlos directamente o a través de agencia de su elección.

Para aprovechar este potencial es necesario liberar al mercado y a los empresarios de las regulaciones económicas que hoy imperan en la isla y que las élites de vez en cuando intentan esconder su naturaleza detrás de falsos empresarios y mipymes, que la oligarquía busca dar a conocer. para eliminar o eludir las sanciones contra el régimen cubano. Seguirles el juego a sus maniobras o, peor aún, apoyarlos financieramente, sólo prolongaría la agonía del pueblo cubano.

Son los propios cubanos residentes en la isla –en alianza con sus familiares en el exterior– los que verdaderamente pueden ser los copropietarios de un nuevo tejido empresarial que, siendo verdaderamente libre, sería el motor inmediato y más seguro para recuperar el bienestar de la población, así como impulsar la reconstrucción y el desarrollo nacional.