Descargar trabajo académico completo con notas al pie en pdf – Español

Download complete pdf text with footnotes of this research – English

Resumen del Dossier No. 7 “La diáspora cubana: desterrada, excluida y motor del futuro”

La emigración antes de 1959 era inexistente. La violenta polarización impuesta después de 1959 creó un ininterrumpido flujo de nacionales hacia el exterior que se asentaron en todas las regiones del mundo, aunque su núcleo principal está en la Florida, EEUU. Pero ese conglomerado humano de millones de personas –la diáspora cubana- tiene una singularidad: está compuesto por una gran masa de cubanos como regla excluidos de la vida política y económica nacional y que solo puede visitar su país natal con un permiso especial o habilitación de pasaporte y por un tiempo limitado en cada visita.

En la ola de los últimos dos años han llegado cientos de miles más que esperan se decida su estatus migratorio. Hoy sobrepasan los dos millones de cubanos fuera de la Isla (sin contar sus descendientes).

La diáspora cubana fue una consecuencia del proceso iniciado en 1959 que destruyó por medio de la violencia política y económica las vidas de millones de personas que se vieron obligadas, para proteger su seguridad o rehacer sus vidas, a desplazarse a otras tierras. Además de ser excluidos de la vida nacional, dentro de la diáspora cubana hay varios miles de cubanos en listas negras, a quienes se les proscribe el acceso, incluso como visitante, al territorio cubano.

Capital financiero, capital humano y capital social de la diáspora cubana

Quien, de 1959 hasta la reforma de 2013, deseara marcharse de Cuba solo podía hacerlo a expensas de que todas sus propiedades fueran confiscadas por el Estado, tras pagar su salida con trabajos forzados en la agricultura, o a riesgo de su vida si lo intentaba de forma ilegal.

Pero lo que no entendió Fidel Castro es que aquellos que expulsaba del territorio nacional no solo tenían capital financiero de mayor o menor cuanta, sino también capital humano (conocimientos, habilidades, talento) y capital social (relaciones con personas, empresas e instituciones).

Con capital humano y social todavía a su disposición, aquellos cubanos se levantaron de nuevo cual Ave Fénix y hoy son la referencia palpable de que otra Cuba mejor ser posible cuando haya libertad para progresar.

Los primeros años de exilio provisional a diáspora cubana

La mayor parte de los cientos de miles de cubanos que primero arribaron a Florida no venían con la idea de establecerse como una comunidad permanente en EEUU. Entre 1959 y 1965 más de 12,000 personas estaban dentro de la isla involucradas en actividades militares insurreccionales en ciudades y montañas que eran apoyadas activamente por diversas organizaciones del exilio cubano asentado en Florida.

Después de los acuerdos entre la URSS y EEUU para dar salida a la crisis de los cohetes de 1962, tras imponerse a mediados de esa década la aplastante supremacía militar de la contrainsurgencia cubana asesorada y equipada por Moscú y cortarles Fidel Castro el camino de retorno, el exilio cubano se vio compelido a transformarse en otra diáspora permanente. Por primera vez la prioridad de esa comunidad fue la regularización de su estatus migratorio en EEUU.

Por su parte, Washington no poda devolver a la isla a cientos de miles de personas excluidas de Cuba ni tampoco era sostenible que carecieran de una definición migratoria legal que les facilitara su asentamiento definitivo en EEUU.

Los cubanos ya no se veían a sí mismos como habitantes provisionales, sino como nuevos ciudadanos estadounidenses y se involucraron en política local y nacional ejerciendo el voto para promover servidores públicos que tuviesen en cuenta sus intereses.

El asesinato de reputación de la diáspora cubana

La “mafia de Miami” fue la marca creada para promover la narrativa de que los exitosos cubanos constituían una comunidad habitada por terroristas, criminales, odiadores, melancólicos fracasados y apátridas.

Cuando más de 125,000 cubanos se dispusieron a abandonar su paraíso socialista por el puerto del Mariel, Castro decidió asesinar su reputación desde el momento mismo en que montaron en los barcos liberando criminales de las cárceles para mezclarlos entre los que se marchaban.

De la ahora establecida, próspera e influyente diáspora cubana no ha cesado un minuto desde 1959, en que se pretendía que todos los que huían del sistema comunista que impulsaba Castro eran los simpatizantes, funcionarios y torturadores del régimen dictatorial de Batista.

La política de asesinato de la reputación de los opositores se ha mantenido constante aunque cada cierto tiempo el regimen cubano “actualiza” los epitetos: de batistiano a gusano, de gusano a mercenario, de mercenario a terrorista y de terroristas a odiadores.

La idea de la “mafia de Miami” sigue teniendo un efecto entre extranjeros, pero ya no resulta tan eficaz entre los ciudadanos cubanos residentes en la Isla que actualmente logran sobrevivir, gracias a las remesas de los parientes y amigos “gusanos” debido al colapso del sistema y el abandono de las políticas sociales populistas antes subvencionadas por Moscú.

Una nueva economía política a partir de las reformas del 2013

En 2013 se hicieron algunas reformas a las regulaciones migratorias dado el creciente peso económico de la diáspora cubana en la realidad económica del ciudadano de a pie (una tercera parte de la población recibe remesas de forma regular y son indispensables para su subsistencia).

Desde esa reforma a las normas migratorias, paso a paso, la economía política de Cuba comenzó a cambiar, al traspasarles a los familiares en el exterior la responsabilidad por el sostenimiento de millones de ciudadanos a cuyas necesidades el Estado ahora daba la espalda.

¿Qué acciones pudiera considerar la diáspora cubana?

Para que los cubanos en el exterior se arriesguen a ir más allá del simple envío de remesas a sus familiares, se requiere una verdadera reforma estructural de mercado y garantías a derechos humanos básicos hoy violados. El gobierno cubano se ha interesado hasta el presente en tratar de apropiarse de sus recursos, sin tener que hacerles frente como actor unitario racional autónomo con demandas que vayan más allá de peticiones economicistas puntuales, como el costo de los servicios consulares.

Entre muchas otras estarían: modificar el régimen económico y jurídico cubano para legalizar el registro de la propiedad privada de los negocios; suprimir el monopolio de comercio estatal interior y exterior (incluido el Acopio en la agricultura); dar independencia al poder judicial; ofrecer garantías contra las confiscaciones; respetar el derecho de libre expresión, prensa y asociación; así como legalizar la creación de gremios y sindicatos. Entre ellos, el derecho a ejercer doble ciudadanía, privilegios fiscales para que inviertan sus ahorros o capital en empresas familiares o privadas, recibir los beneficios de los servicios públicos de salud y educación disponibles en la isla, retornar a vivir en el país donde nacieron sin que las aduanas les impongan impuestos por la entrada al país de sus propiedades, y estar legalmente autorizados para, apoyándose en internet, ofrecer y cobrar servicios remotos a su país natal (asesorías, clases, diagnósticos médicos, diseños, programación y muchos más) sin tener que retornar físicamente.

Sin duda, una labor de conjunto de toda la diáspora tendría más fuerza frente al Estado totalitario cubano que la muy encomiable, pero al mismo tiempo, aislada labor de una o varias organizaciones opositoras. Para ello tendría que articular un programa que contemple, de manera conjunta y coherente, tanto los incentivos negativos (sanciones) que pudieran influir en la conducta de la elite de poder, como incentivos positivos que le presenten al pueblo cubano las posibilidades reales e inmediatas de mejoría económica y social alcanzables, si se producen las imprescindibles transformaciones democráticas en Cuba, de modo que animen a la población a asumir una conducta más proactiva.

La diáspora cubana puede constituirse como actor independiente y a la vez complementario respecto a las múltiples organizaciones del exilio que la integran a fin de elaborar y presentar –pública y directamente a la población dentro de Cuba– un proyecto de transformaciones radicales para el desarrollo nacional. Si los ciudadanos de la isla deciden endosar tal propuesta presionarán al gobierno desde dentro para su implementación.

No habrá desarrollo de las fuerzas productivas nacionales si no se hace efectiva y legal la libertad empresarial y la plena propiedad privada de los actuales negocios del “sector no estatal” de emprendedores por cuenta propia, y de los eventuales inversionistas de la diáspora.

La diáspora y los ciudadanos en Cuba tienen un gran poder transformacional si combinan sus fuerzas en un plan coherente. Entre ambos tienen capital financiero, humano y social para despegar por si mismos y atraer, sin sumisión ni entreguismo, a importantes socios extranjeros.

Conclusión

De ser uno de los tres primeros países desarrollados de América Latina en 1958, Cuba ha pasado a la cola del hemisferio no sólo en índices económicos, sino también sociales y de derechos humanos. Hoy enfrenta la peor crisis de gobernabilidad de las últimas seis décadas. Eso podría cambiar en breve, para bien o para mal. La creciente e irresponsable alianza con Putin puede transformar el país en un Estado mafioso con mercado o las fuerzas prodemocráticas y la diaspora podrian finalmente encaminar la sociedad hacia otra Cuba mejor.

La diáspora y los ciudadanos en Cuba tienen un gran poder transformacional si combinan sus fuerzas en un plan coherente. Entre ambos tienen capital financiero, humano y social para despegar por si mismos y atraer, sin sumisión ni entreguismo, a importantes socios extranjeros.

Conversar, dialogar o incluso negociar son ejercicios diferentes. Lo que es aceptable o no en esos casos solo debe ser definido por pueblo cubano. Lo que debe estar claro es que los cubanos no deben confiar su futuro a una negociación entre el actual gobierno de la isla y actores extranjeros, bien se trate de otros gobiernos o capitales privados.

La diáspora cubana debería tomar conciencia de su poder y organizarse como tal para hablar con una sola voz. Tiene que identificar metas y exigir cambios radicales del actual estatus quo. Su momento ha llegado. La hoja de ruta anexionista de Putin y Diaz Canel hay que enfrentarla con una hoja de ruta independentista del pueblo transnacional cubano.

En la isla el pueblo salió a la calle el 11J y no ha dejado de manifestar su protesta desde entonces. Es hora de que la diáspora, mas allá de las multiples organizaciones que la componen, hable como actor colectivo y exija con una sola voz sus derechos y los del pueblo al que nunca ha dejado de pertenecer y apoyar.  Es urgente rechazar el nuevo anexionismo proruso.

La diáspora cubana –hoy excluida y desterrada– constituye, junto al talento de los cubanos en la isla, el motor más fiable para alcanzar y desarrollar la Cuba libre y próspera que nos merecemos.


Descargar completo Dossier No. 7 en pdf