A diferencia de la crisis de los años 90 del siglo pasado, la actual escasez de combustible no es la causa principal de los apagones en Cuba. El problema principal radica en la descapitalización generalizada de la economía, donde la inestabilidad del sistema eléctrico es solo un hecho visible de problemas más profundos. ¿Cómo se llegó a esta situación?
Toda sociedad enfrenta decisiones sobre cómo utilizar sus recursos: consumo inmediato, mantenimiento del capital o inversión para el futuro crecimiento. La economía cubana, estructuralmente ineficiente, se vio especialmente afectada tras la reducción del subsidio venezolano, lo que provocó una disminución prolongada de la renta nacional. Esta situación no ha permitido sostener un nivel adecuado de consumo y simultáneamente invertir suficientemente en infraestructura y desarrollo productivo.
Ante este dilema, el gobierno descartó la posibilidad de reformar el sistema económico para aumentar la producción interna de riqueza. Pospuso el inevitable ajuste estructural y como consecuencia, infraestructuras esenciales como fábricas, hospitales y plantas eléctricas se deterioraron.
Pero la canibalización de recursos del país por parte de GAESA para destinarlos al turismo en la construcción de hoteles fue un factor determinante en la descapitalización de otros sectores fundamentales de la economía. La inversión se desvió hacia el sector turístico, aunque sin el respaldo necesario en infraestructuras y servicios complementarios. Esto resultó en una enorme inversión en hoteles que dependen en gran medida de importaciones, exacerbando la dependencia externa y desviando recursos de sectores productivos clave.
Consciente de que sostener el nivel de consumo era insostenible a largo plazo sin reformas profundas, el gobierno priorizó mantener el total control político a costa de la capacidad productiva del país. Esta estrategia ha llevado a una situación actual donde Cuba enfrenta una grave crisis económica, incapaz de generar suficiente riqueza para mantener incluso necesidades básicas como alimentación y salud.
El deterioro del sistema eléctrico nacional es un ejemplo crítico de este proceso. A pesar de tener capacidad instalada suficiente, décadas de falta de mantenimiento han reducido significativamente la capacidad operativa. La mayoría de las unidades generadoras están obsoletas y han excedido ampliamente su vida útil, con mantenimiento acumulado pendiente que amenaza con colapsos mayores si se intentan reparaciones críticas.
A pesar de intentos pasados por mitigar este problema con generación distribuida, incluso estas infraestructuras alternativas están ahora en riesgo debido a la falta de mantenimiento adecuado. Esto refleja una gestión deficiente de los recursos nacionales, priorizando el mantenimiento de una apariencia de estabilidad a costa de la capacidad real de producción y desarrollo sostenible.
En resumen, Cuba enfrenta una crisis profunda que va más allá de la escasez de combustible, reflejando una gestión económica insostenible que ha descapitalizado el país en beneficio de mantener un statu quo político. La falta de inversiones adecuadas en infraestructura y productividad ha dejado al país en una situación precaria, marcada por un deterioro generalizado y una creciente incapacidad para satisfacer las necesidades básicas de su población.