De ‘gusanos’ a ‘comunitarios’, ¿y ahora a ‘connacionales’?

Según se vaticina, los ‘connacionales’ podrán invertir en aquellos renglones que convengan a la elite de poder de Cuba.

A los llamados gusanos, que desde 1959 hasta 1979 se opusieron a la instauración de un régimen totalitario, creyeron haberlos liquidado con el paredón, la cárcel, el exilio y el despojo total de sus propiedades y capital financiero. Aquellos que pudieron escapar de la Isla se llevaron lo más valioso en sus cabezas y libretas telefónicas: capital humano y capital social. Con ellos reconstruyeron sus vidas y alcanzaron niveles de éxito insospechados por sus perseguidores. Con sus conocimientos y relaciones sociales previas a enero de 1959 erigieron una capital alternativa en Miami y se destacaron en las ciencias, artes, letras, empresas y política en muchos países.

Irónicamente, la prohibición de tener contactos con sus familiares en Cuba, enviarles dinero o paquetes e incluso de escribirles o visitarlos, a la larga permitió a aquellas primeras olas de exiliados poder concentrarse en su propia prosperidad, al ahorrar y emprender negocios en el país de acogida.

Así, a mediados de los años 80 y sobre todo en la década de los 90, cuando ya había caído la URSS, se transformaron de gusanos en comunitarios. Los dólares ganados con su talento en libertad ahora eran codiciados por una clase burocrática improductiva que durante décadas se había mostrado incapaz de generarlos.

Los comunitarios podían por unas pocas semanas visitar la Isla —si recibían permiso para ello, porque miles siguieron hasta hoy en las listas negras de destierro permanente— a fin de que pudieran gastarse sus ahorros en Cuba. Después de la explosión social en el Malecón habanero se descriminalizó la tenencia de dólares y se abrió la puerta para que los recién estrenados comunitarios —antes gusanos— pudieran enviar remesas mientras los burócratas buscaban nuevos mecenas extranjeros. El ascenso del chavismo al poder en Venezuela les dio un respiro, pero la dependencia del capital financiero de la diáspora también creció.

Pero 30 años después de nombrarlos amablemente comunitarios, ni ellos —aunque ahora los llamen connacionales— ni los nuevos oligarcas rusos se apresuran a invertir en la Isla.

La apertura que le ofreció el presidente Obama a Raúl Castro para que pudiera reformar estructuralmente la economía cubana la ningunearon y así terminaron en un hoyo más profundo que el que ya habitaban antes. El presidente Trump no se dejó seducir por la verborrea procedente de La Habana, ni por las de sus amigos internacionales, ni por las canciones infantiles de La Colmenita. Las concesiones de la Administración Biden resultan insuficientes para salvar el Titanic del régimen cubano, que el 11 de julio de 2021 chocó con un curioso témpano tropical: la mayor rebelión popular de toda la historia de Cuba. Desde entonces la nave sigue hundiéndose cada vez con mayor rapidez.

La oligarquía, angustiada con la crisis sistémica y multisectorial que enfrenta, así como con la volatilidad de la sociedad cubana, pivoteó hacia sus exitosos desterrados. Había llegado de nuevo la hora de vender a los gusanos/comunitarios una nueva “concesión”. Podrían pasar de su categoría de comunitarios a otra supuestamente mejor: la de connacionales. Todo por un precio, claro está.

El nuevo modelo de explotación de los “connacionales”

Los connacionales, según vaticinan, podrán invertir en aquellos renglones que convengan a la elite de poder siempre que sean autorizados, caso a caso, por el Gobierno. En nombre de las buenas costumbres humanitarias también se facilitarán las cosas para que puedan hacerse cargo de sus familiares en Cuba de manera más amplia y estable que hasta hoy.

En lo adelante, con ahorros y salarios ganados duramente en el exterior, tendrán que garantizar alimentos e incluso asistencia médica por medio de ofertas de las recién creadas MIPYMES cercanas y/o leales al nuevo régimen oligárquico. Al final, todo el dinero gastado en tiendas de GAESA y MIPYMES o enviado como remesas irá a parar a la misma caja contadora de la oligarquía cubana.

El mercado cubano es singular. Tiene en Cuba su demanda, pero los compradores están fuera y es según el nivel de ingresos de estos (no de los que están en la Isla) que se ajustan los precios. Precios de Nueva York y Madrid impuestos en Mayabeque y Cacarajícara a productos de primera necesidad ofertados directamente por GAESA o indirectamente por medio de algunas de las nuevas MIPYMES conectadas a esa oligarquía. Para garantizar el éxito de semejante abuso cuentan con el escudo humano de una población rehén que gana menos que el nivel de ingresos que define la pobreza según el Banco Mundial, pero que tiene muchos “connacionales” que La Habana manipula sentimentalmente para que la mantenga después de darles la espalda a sus necesidades básicas.

Mientras tanto, la llave de entrada al país sigue en las manos de las autoridades que a su capricho y antojo destierran y excluyen a miles de personas (que siguen clasificando como gusanos). Las mismas que también “regulan” (bloquean) la salida al exterior de cualquier ciudadano que se les antoje peligroso.

Con esas limitaciones al Artículo 13 de la Declaración de DDHH es que seleccionaron a los invitados a la recién celebrada Conferencia de la Nación y la Emigración, y bajo esas condiciones es que aquellos aceptaron acudir al cónclave con los mismos verdugos que nunca han pedido perdón.  Los mismos que siguen presentando cada paso atrás que se han visto obligados a dar en su política anticubana como una generosa dádiva a sus víctimas.

En las circunstancias actuales hay otro problema adicional. La nueva modalidad de someter a cada vez mayor penuria a los rehenes de la Isla y obligar a sus familiares a sostenerlos obstaculiza y ralentiza el progreso en el exterior de las más recientes olas migratorias cubanas, al dificultarse el que puedan ahorrar lo suficiente para poder invertir en sus propios negocios en el nuevo país de acogida.

Se les impone de facto la obligación de sostener simultáneamente a sus familiares en el exterior y a las familias que quedaron atrás de rehenes de la oligarquía cubana con salarios de miseria y precios del Primer Mundo. Y a ellas, por otra parte, se les bloquea la posibilidad de prosperar por sus propios medios para no depender de sus familiares en el exterior.

Aplicando ese modelo de explotación, las remesas y paquetes de los excluidos ayudan a financiar la estabilidad política interna porque con ello permiten a una parte considerable de la población subsistir, aunque no vivir, sin que el régimen de gobernanza tenga que ser realmente cambiado.

Los salarios de los recién llegados a duras penas alcanzan para sostener dos familias e invertir en el progreso del núcleo familiar en el nuevo país de acogida. La oligarquía cubana los nombra ahora connacionales para vampirizar sus salarios e impedir su progreso fuera de Cuba. De esa manera también procuran que no puedan incrementar su influencia política en los países de acogida.  No habrá prosperidad sino solo supervivencia para los familiares que están en Cuba y no pueden valerse por sí mismos por continuar negándoseles derechos y libertades económicas, civiles y políticas.

La única manera de liberar y hacer progresar a los cubanos dentro y fuera

A menos que se dé un vuelco radical a esa situación las nuevas generaciones de cubanos en el exterior seguirán estando irónicamente bajo el control de un Estado que los ha excluido y desterrado a su antojo. Los exprimirá a distancia y ralentizará su progreso en los países de acogida al echarles encima el fardo de sostener, casi íntegramente, a sus familiares dentro de Cuba.

Bajar la cabeza y adaptarse a las nuevas regulaciones presentadas ahora a los flamantes “connacionales” es una opción, pero no la única. Es también posible decir basta. Hoy eso es factible porque la rueda ha dado una vuelta completa. Ahora, como explicara el economista Emilio Morales “sin gusanos no hay país“.

El exilio creció y se esparció por todo el mundo hasta transformarse en una genuina diáspora. Su creciente entramado de relaciones y la interdependencia entre ellas han hecho de las dos partes de la nación una sola entidad transnacional. Hoy somos un solo pueblo transnacional cuyo constante quehacer multidimensional (económico, político y cultural) sobrepasa de facto, día a día, las fronteras territoriales de jure cubanas. La nación es una sola y sus verdugos siguen siendo los mismos que la esparcieron por todo el planeta.

En el siglo XXI este pueblo sin fronteras tiene todo el capital humano, social y financiero necesarios para emprender con éxito un proyecto común de prosperidad en libertad. Solo en libertad se logrará de forma acelerada y estable un proceso de prosperidad que, en muy breve tiempo, de un vuelco a la vida cotidiana en la Isla.

La nueva Cuba del siglo XXI ha tardado en hacerse presente, pero, quizás por primera vez en más de seis décadas, su materialización no es solo una posibilidad real, sino una probabilidad creciente.


Publicado en Diario de Cuba