Fragmento del “La guerra contra todo el pueblo. Conflictometro Especial , marzo- mayo 2020″ elaborado por Juan Antonio Blanco y Rolando Cartaya.
¿Por qué un estado mafioso en Cuba?
El estado mafioso es una categoría acuñada por algunos politólogos para analizar un fenómeno reciente en las relaciones internacionales. No es una expresión peyorativa para referirse a estados autocráticos o totalitarios.
Los Estados mafiosos surgen cuando una élite política autocrática, que controla el conjunto de las instituciones estatales y las políticas nacionales, utiliza su posición privilegiada para ejecutar operaciones criminales en beneficio propio, y mantiene sus actividades fuera del alcance de cualquier control institucional nacional o internacional.
Desde el año 2009, la colusión de las élites de poder cubana y venezolana ha acelerado el tránsito del Estado comunista cubano a un Estado mafioso transnacional en alianza con la cleptocracia venezolana.
El nuevo estado mafioso cubano rompe el pacto social impuesto por las sociedades comunistas para comprar la lealtad de la población: garantías de trabajo, educación y salud a cambio de supresión de derechos políticos y civiles.
El régimen de gobernanza de ese Estado mafioso es el capitalismo militar de Estado
Al caer la URSS y con ella el ecosistema geopolítico de la insolvente sociedad cubana, se esperaba una transición liderada por viejos o nuevos dirigentes hacia la democracia y el mercado. A partir del nuevo milenio, apoyándose en la Venezuela de Chávez, se inició una transición inesperada: del Estado comunista al Estado mafioso transnacional.
Esta transición ha supuesto la instalación de una nueva economía política que incluye la redistribución de poder y de los mecanismos de apropiación de riquezas y privilegios de distintas clases.
La nueva clase dominante se compone de dos estratos
Por un lado, ha surgido una elite de poder que controla las principales instituciones vinculadas a la economía (legal e ilegal) dolarizada y los mecanismos coercitivos del Estado que ejercen la vigilancia y represión nacional. Por otro lado, está la tradicional burocracia administrativa del socialismo estatista que recibe privilegios menos significativos, administra instituciones insolventes y da la cara por el deterioro de los servicios públicos con los que antes compraban voluntades y sumisión. Por debajo de ellas hay una capa de precarios emprendedores con total incertidumbre jurídica y abusivos impuestos y una creciente masa cada vez más empobrecida.
El poder real no está en Buro Político o el Consejo de estado. El ADN ha sufrido un cambio genético. El nuevo engendro ya no clasifica como dictadura comunista de un sistema de socialismo burocrático de estado. El poder real, descansa ahora en esa oscura y minúscula elite de poder, integrada mayoritariamente por militares y exmilitares, que ha roto todo compromiso social con la población y ha constituido una empresa criminal transnacional junto a la cleptocracia venezolana.
Esa estrecha franja de oscuros oligarcas no opera esencialmente con moneda nacional. Se alimenta de los miles de millones de dólares que obtiene del trabajo esclavo de profesionales cubanos (médicos y otros) en el exterior, la apropiación automática de un 10% de las remesas, las ventas de sus tiendas con precios muy por encima del costo de importación cuando no hay producción nacional que compita con ellos, la sobrefacturación artificial de construcciones y otros servicios, la exportación de represores, oficiales de inteligencia y militares, a gobiernos aliados y muchos más.
Dos economías paralelas: capitalismo militar dolarizado y la economía nacional socialista
En la actualidad la élite de poder se desentiende de las necesidades básicas de los ciudadanos y atiende solamente sus propios intereses. El concepto de desarrollo del país es marginado incluso de la retórica nacional. La economía nacional ha quedado dividida en dos: una que funciona con flexibilidad capitalista, y otra amarrada al Socialismo Burocrático de Estado. Una economía “nacional” que ya no lo es, escindida entre empresas solventes que operan en divisas y son controladas por una elite de poder, y empresas improductivas, obsoletas e irrentables en manos de burócratas.
Algunos de esos burócratas y otros tantos militares no vinculados a la economía dolarizada gozan de privilegios respecto al resto de la población. Pero no todos “los militares” controlan y se benefician por igual del nuevo estado mafioso. Los principales beneficios y privilegios quedan monopolizados por una elite de poder que, conjuntamente con esa franja de la burocracia civil-militar tradicional constituyen hoy la nueva clase dominante en Cuba. Una clase dominante que tiene fisuras entre los dos segmentos que la integran.
Un estado dentro de otro
Del Estado comunista que participaba en operaciones ilícitas y terrorismo se ha pasado al estado mafioso –un Estado dentro de otro– que opera como empresa transnacional junto a la cleptocracia venezolana. Las premisas de esa trasmutación genética comenzaron desde temprano con la colaboración con fuerzas criminales, narcotraficantes y terroristas en operaciones encubiertas. La caída de la URSS y con ella del ecosistema geopolítico que sostenía la improductiva economía cubana condujo a una transición inesperada: del estado totalitario comunista al estado totalitario mafioso.
Un número muy limitado de la cúpula militar es la que controla las decenas de oscuras empresas offshore que salieron a la luz con el escándalo de los Papeles de Panamá y hasta aquellos bancos en el exterior que desde hace décadas que, como el que hoy se conoce en Londres como Havin Bank, fueron creados progresivamente, a partir de la década de los setenta, por los departamentos Z y MC de la Dirección General de Inteligencia –bajo la supervisión de Fidel y Raúl Castro– para las operaciones de lavado de dinero y otras actividades ilícitas.
Para más información ver:
Offshore, la cara oculta del socialismo cubano (I)
Offshore, la cara oculta del socialismo cubano (II)
Offshore, la cara oculta del socialismo cubano (III)
Havin Bank, el dinero de los Castro pasa por Londres
Una empresa criminal: Castro S.A.
Esa es hoy la verdadera elite de poder: un reducido grupo de “accionistas” –por usar una metáfora– de una empresa criminal sumergida: Castro S.A. Son aproximadamente menos de mil personas las que hoy controlan el destino de once millones de ciudadanos en la isla. Una oligarquía que opera en colusión con la mafia venezolana de Maduro y sus aliados del narcoterrorismo regional.
En Cuba, Raúl Castro tiene el poder máximo como si fuese “presidente” de esa estructura corporativa mafiosa. Sus más allegados podrían, metafóricamente hablando, ser considerados los principales “accionistas” y su yerno –el general Lopez Callejas– una suerte de Mayer Lansky financiero. Personajes mucho más visibles como el presidente Miguel Díaz Canel y el primer ministro Manuel Marrero –que son los que dan la cara por el desastre de la economía formal- apenas funcionan como “ejecutivos” de la segunda economía: la pública, obsoleta e improductiva. Tienen privilegios, pero no son miembros de la élite de poder.
Se hace necesario estudiar la economía política del nuevo Estado mafioso. ¿Qué estructuras de poder, dominación y privilegio se generan en su interior? En el nuevo Estado mafioso el poder ya no radica en instituciones formales como el Buró Político del PCC, la Asamblea Nacional o el Consejo de Estado. Ni siquiera en las estructuras formales de mando de las instituciones militares, sino en un puñado de personas y sus familias que integran la verdadera elite de poder en el país. El 0.01% de la población dispone el destino de millones de cubanos.
La insensibilidad de esa omnipotente elite mafiosa de poder ante las necesidades más perentorias y crecientes de los ciudadanos amplían los márgenes de disidencia socioeconómica en la población. Esta situación los obliga a la expansión de los mecanismos de represión para abarcar al conjunto de la ciudadanía, ya que las políticas sociales para comprar lealtades han dejado de funcionar.
Sin embargo, no todas las aparentes insensibilidades y torpezas son tales. Mientras el paradigma interpretativo para acercarse a la realidad cubana sea el de las sociedades comunistas no se podrá entender la actual tragedia.
Los intereses de GAESA
La reciente propuesta a fines del pasado año de invertir más de mil millones de dólares en construir nuevas capacidades hoteleras, cuando las actuales están siendo usadas a menos de la mitad de su capacidad de ocupación, no es reflejo de ignorancia económica –como suponían aquellos honestos economistas cubanos en la isla que entraron a cuestionarla– sino picardía gangsteril. La construcción –como ya vimos con la del Puerto del Mariel- es un sector ideal para sobrefacturar costos y lavar dinero. El Mariel costó unos 350 millones de dólares y se (sobre)-facturaron cerca de mil millones. Del mismo modo no vale la pena para la elite de poder cubana permitir una reforma productiva que resuelva el problema del consumo mientras la economía mafiosa importe y venda a diez veces el precio de compra los productos que necesita la población.
Lo que es económicamente beneficioso para la sociedad cubana, no es racional para GAESA. No son torpeza, dogmatismo, ni ignorancia las causas de que los dueños de la economía dolarizada del estado mafioso no hayan permitido hasta ahora que la economía tradicional estatizada se reforme, modernice y abra al mercado. De hecho, ese sector dolarizado del Capitalismo Militar de Estado se apropia de recursos que desaparecen sin control independiente, sea institucional o popular, en el agujero negro de la economía mafiosa. La población se pregunta a dónde va a parar el dinero arrebatado a los salarios de los médicos, el 10% de impuesto al dólar, por citar dos ejemplos. Ciertamente no se dedica a los hospitales o a la importación de medicinas y alimentos como reza la propaganda.
Los reformistas que creen defender una longeva “revolución” –que ya ha entrado en su tercera edad– debieran saber primero que en ella hubo a lo largo de estas décadas más de un cambio en su ADN fundacional. No es ya el socialismo de Estado lo que enfrentan. Ningún acto de “iluminismo” académico va cambiar los intereses clasistas de esta nueva elite de poder.
La guerra contra todo el pueblo
El gobierno avanza aún más en su esquema represivo. Ahora, a la par que controla y reprime a los opositores políticos, también actualiza el entramado jurídico con nuevos decretos dirigidos a fortalecer los mecanismos de control de la conducta de la población. La doctrina de defensa nacional ha dejado de otorgar prioridad a un potencial agresor externo (Guerra de todo el pueblo) y ahora se concibe como guerra de seguridad interna (Guerra contra todo el pueblo). El enemigo inmediato ya no son los marines, sino los ciudadanos.
Esta nueva situación ha cambiado el contexto de la conflictividad en Cuba. Como expresó un conocido actor cubano, la sociedad actual lejos de ganar apoyos con sus acciones, se ha transformado en “una fábrica de disidentes”. Si antes las protestas se expresaban en privado, ahora se externalizan. La fuente de la amenaza a la gobernabilidad totalitaria cambia. Ahora no es tanto externa como interna. El pueblo es ahora el principal y más inmediato enemigo. Al Ministerio del Interior hay que sumar las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Pocas cosas resultan más simbólicas de esta nueva Guerra contra Todo el Pueblo, después que el Estado mafioso abandonara el deber de ocuparse de las necesidades populares, que el uso de las tropas especiales de “boinas rojas” de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Su novedoso despliegue en las ciudades cubanas refleja el temor creciente de la élite de poder a que una chispa incendie una pradera seca de descontento y desilusiones. Bautizadas como Fuerzas de Prevención del Ejército, estas fuerzas ahora se dedican al “heroico” acoso de humildes carretilleros de frutas y cuentapropistas en las ciudades.
Propaganda y guerra interna
La clave para vencer en esta guerra interna del Estado contra la ciudadanía se resume en la capacidad que se tenga para dar respuestas acertadas a las siguientes interrogantes:
- ¿A quién debe culpar la población por el agravamiento de la situación y una posible hambruna?;
- ¿Existe un camino creíble hacia un futuro mejor por el cual valga la pena luchar y correr riesgos?;
- ¿Qué chispa puede encender la pradera seca de una población agotada y descreída?
Como parte de la guerra interna, se priorizan inversiones millonarias en las instituciones dedicadas a la desinformación (estaciones digitales de TV, renovación de los equipos de la prensa) en el mismo momento que se declara públicamente que no hay recursos disponibles para importar alimentos. ¿Quién y sobre qué base se deciden esas prioridades?
Para vencer en esa lucha es esencial que los ciudadanos ganen claridad en la contraposición existente entre el embargo estadounidense contra las instituciones del Estado cubano y el bloqueo interno a las libertades ciudadanas.