El artículo “Cuba: ¡el último, el de la peste!” de Ernesto Pérez Chang publicado por CUBANET ofrece una visión contundente y crítica sobre la situación actual en Cuba. El autor presenta una imagen desoladora de una nación en crisis profunda.

El autor destaca la aparente contradicción entre las cifras oficiales y la realidad en las calles de Cuba, sugiriendo que la población es significativamente menor que la reportada. Esto se atribuye a la migración masiva de cubanos que buscan mejores oportunidades en el extranjero, un fenómeno que no se puede considerar normal sino como una auténtica estampida.

La metáfora de un barco que hace aguas refleja perfectamente la situación en la isla. Los cubanos, ante la falta de opciones viables para mejorar sus vidas dentro del país, optan por abandonar el barco antes de hundirse con él. Esta desesperación es palpable en el relato de familias que priorizan la emigración de sus hijos sobre cualquier otra inversión, reconociendo que el futuro en Cuba es cada vez más incierto y sombrío.

El artículo también critica la falta de perspectivas económicas y políticas. Con un sector estatal en decadencia y un sector privado sofocado por la represión gubernamental, las posibilidades de desarrollo son prácticamente nulas. La mención de la alianza con el Kremlin en un momento de tensión global añade una capa de desesperanza, indicando que las decisiones del régimen no solo son erráticas, sino potencialmente peligrosas para la estabilidad futura del país.

Una parte especialmente reveladora es la referencia a la diáspora cubana. El autor sugiere que la verdadera Cuba podría convertirse en la comunidad de cubanos repartidos por el mundo, quienes, gracias a la tecnología y las redes sociales, podrían reclamar legítimamente su identidad y su derecho a representar a la nación ante el mundo. Esta visión de una nación en la diáspora es poderosa y resonante, mostrando cómo el exilio puede transformarse en una fuerza cohesionadora y representativa.

Además, la crítica hacia la política de ciudadanía del régimen es particularmente aguda. La posibilidad de que el gobierno use la ciudadanía como un premio o castigo resuena con las tácticas de control y represión que han caracterizado al régimen durante décadas. La sugerencia de que esto podría aplicarse incluso a deportistas y médicos subraya la naturaleza opresiva del sistema, donde los individuos son considerados propiedad del Estado más que ciudadanos con derechos.

El cierre del artículo es especialmente potente, comparando la futura Cuba con los restos del Titanic, una atracción para aquellos fascinados por los desastres. Esta imagen final de un país que podría convertirse en una reliquia abandonada es impactante, reforzando la urgencia de un cambio de rumbo.

“Cuba: ¡el último, el de la peste!” es una llamada de atención sobre la gravedad de la situación en Cuba. Con ejemplos vívidos, el autor pinta un cuadro sombrío de una nación al borde del colapso, mientras sugiere que la esperanza podría residir en la diáspora cubana, dispuesta a reclamar su derecho a un futuro mejor.