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Noviembre 17, 2025 – Ante el debate impulsado por medios ideológicamente afines a La Habana y Caracas sobre la amenaza de una posible intervención estadounidense en Venezuela, Cuba Siglo 21 recuerda que la verdadera intervención comenzó en 1967 y alcanzó plenamente sus objetivos con la llegada de Hugo Chávez al poder. Esa intervención —originada en Cuba y sostenida desde entonces— es la que ha condicionado la soberanía venezolana durante décadas. Si se produjera una operación militar de Estados Unidos en ese país, esta solo podría interpretarse como un intento de ayudar a los venezolanos a liberarse de esa prolongada injerencia cubana, que además abrió la puerta a la penetración de otros actores estatales como Rusia e Irán y de grupos armados no estatales como las FARC, el ELN y Hezbollah.
El reciente Dossier Cuba (1959–2025): la “intervención permanente” lanza una mirada a más de seis décadas de intervenciones militares, apoyo a insurgencias, operaciones encubiertas, campañas de desinformación y asistencia estratégica a regímenes autoritarios y el análisis de sus causas profundas estructurales y reales. Causas que no desparecerán por si solas sino requieren poner fin al estado mafioso totalitario en la isla.
Desde 1959 el régimen ha recurrido sistemáticamente a la proyección militar y subversiva para obtener recursos y sostén político de potencias aliadas. Durante la Guerra Fría, Cuba envió militares a Argelia, el Congo, Siria, Angola y Etiopía, protagonizando algunas de las operaciones expedicionarias más extensas de un país pequeño en el siglo XX. Estas intervenciones, financiadas y facilitadas a menudo por la URSS, tuvieron altos costos humanos tanto para los cubanos enviados al frente como para las poblaciones locales. En Angola y Etiopía, donde el régimen jugó un papel decisivo en la consolidación de gobiernos aliados, los conflictos dejaron detrás más de un millón de muertos y decenas de miles de víctimas de purgas políticas, torturas y ejecuciones extrajudiciales.
El informe subraya que el patrón intervencionista no desapareció tras el fin de la Guerra Fría, sino que se transformó. Cuba pasó de la intervención militar directa a un modelo de guerra híbrida que combina inteligencia, desinformación, apoyo a fuerzas represivas, misiones médicas utilizadas como instrumentos de influencia y asesoría en control social. Este repertorio ha sido aplicado en América Latina, especialmente en Venezuela y Nicaragua, donde la presencia cubana ha sido determinante para sostener a gobiernos señalados por organismos internacionales por cometer crímenes de lesa humanidad.
En Venezuela, Cuba reestructuró la contrainteligencia militar y asesoró directamente a cuerpos responsables de torturas, detenciones arbitrarias y represión de manifestaciones. Según el Dossier, esta intervención fue decisiva para evitar fracturas internas en las fuerzas armadas y garantizar la continuidad del régimen de Nicolás Maduro. En Nicaragua, la asesoría cubana ha sido central para la creación de un aparato de vigilancia y terror que ha eliminado a la oposición política y consolidado el poder de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Cuba Siglo 21 y OCAC concluye que el intervencionismo cubano es un mecanismo estructural de supervivencia derivado del persistente fracaso económico del modelo totalitario cubano fuese en su anterior modalidad comunista o la del actual estado mafioso. Las aventuras militares cubanas se benefician de subsidios procedentes de los peores actores de este planeta.
Los autores destacan la dimensión económica del intervencionismo: un sistema que depende de subsidios externos, petróleo, divisas también obtenidas mediante misiones médicas y alianzas con redes criminales transnacionales. Esta necesidad estructural derivada de su incompetencia administrativa y vocación totalitaria -además de su vocación antiestadounidense- ha estado en la raíz de las relaciones estrechas con actores antioccidentales como Rusia, Irán y China, con quienes comparte información, capacidades de espionaje electrónico y estrategias de influencia.
También, Cuba ha desarrollado capacidades significativas en guerra híbrida. Estas incluyen campañas de desinformación, cooperación con Rusia y China en espionaje electrónico, asesoría en control de internet, apoyo diplomático y participación en operaciones psicológicas para moldear narrativas políticas en la región. Las protestas de 2019 en Ecuador, Chile y Bolivia han sido identificadas como casos en los que la influencia cubana —en coordinación con Venezuela y grupos radicales violentos— habría actuado para amplificar los conflictos sociales y derivarlos a la violencia e inestabilidad. Es a esa capacidad de azuzar la desestabilización regional con métodos de guerra hibrida a la que apuesta el Cartel de los Soles si Maduro es desplazado del poder en Caracas.
El Dossier advierte que el intervencionismo cubano continúa activo. La participación de cubanos en la guerra de Ucrania, la actividad de bases de inteligencia operadas en la isla con apoyo ruso y chino, y la coordinación de operaciones de desinformación e influencia en la región confirman que La Habana, pese a la aguda crisis humanitaria que sufre la población, sigue operando como un actor desestabilizador con capacidad de proyección internacional.
En su conclusión central, el informe afirma que este patrón solo cesará con una transición del régimen cubano hacia un sistema democrático de libre mercado y Estado de derecho. Mientras persista el actual modelo, señalan Cuba Siglo 21y OCAC, la región seguirá enfrentando los efectos de una política exterior diseñada no para promover solidaridad internacional como proclama en su propaganda, sino para asegurar la supervivencia de un Estado totalitario en crisis permanente.

