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Transcripción de conversación entre Raúl Castro y Yuri Andropov
En la conversación entre Andropov y Raúl Castro, el 29 de diciembre de 1982, el entonces líder de la URSS dejó claramente establecido que su país –la segunda superpotencia mundial en aquel momento– no se involucraría en la defensa militar de Cuba.
“Nosotros combatir en Cuba no podemos. Sencillamente porque ustedes están a 12,000 kilómetros de nosotros […] ¿Ir allá para que nos partan la cara? ¡No!”, le contestó Yuri Andropov a la petición de Raúl Castro de que la URSS hiciera público su apoyo incondicional a Cuba en caso de una agresión de Estados Unidos.
Primero la URSS y luego Rusia, han involucrado a Cuba en actividades de alto riesgo convenientes a sus intereses estratégicos, para más tarde tomar de forma unilateral la decisión de dejar desprotegida la seguridad de la isla. Al centro de su investigación está siempre la pregunta de si los cubanos una vez más correrán riesgos y pagarán sacrificios por un aliado tan poco confiable, al margen de lo repudiable de sus intenciones actuales.
Hay una diferencia cuantitativa y también cualitativa que Moscú se propone realizar en esta ocasión, con la operación de Jrushchov en 1962 que pretendía lograr de forma abrupta una paridad nuclear con EE. UU. adquiriendo la capacidad de asestarle un primer golpe demoledor.
La idea de estabilizar un flujo de visitas de navíos rusos con armas nucleares es la de permitirle a Putin hacer un chantaje nuclear creíble. Putin, que ha manejado teatralmente su papel de actor irracional para amenazar a Europa con el uso de armas nucleares si la OTAN no cesa su apoyo a Ucrania, ahora intentaría llevar esa y otras demandas a EE. UU. sentándose a sus puertas como una suerte de Bin Laden con un chaleco de explosivos nucleares. Para eso no hace falta la masiva movilización de recursos de 1962 sino la presencia continua en Cuba de al menos una nave con capacidad de lanzar un ataque nuclear limitado, pero que provoque daños intolerables.
RESUMEN DEL DOSSIER No. 8 Cuba 2023: ¿sacrificarnos por Putin?
- El relanzamiento de la alianza de La Habana con Moscú no ocurre porque no haya otras opciones. La razón de optar de nuevo por Moscú, en lugar de por un desarrollo en democracia y libre mercado, apoyado por la diáspora cubana, Washington y la Unión Europea, es que el objetivo de la oligarquía cubana no es el desarrollo nacional ni la prosperidad de la población. Este grupo quiere asegurar cómo mantenerse en el poder, y creen que un sistema centralizado al máximo posible, y a la vez autoritario, es el que más garantías le ofrece a ese fin. El modelo de Estado mafioso de Putin incluso se aviene mejor a sus propósitos que el régimen de comunismo de mercado de los vietnamitas y chinos.
- Moscú no le prestó en los últimos años ningún apoyo sustantivo a Cuba, hasta que vio la posibilidad de usar una vez más al país –como explica el general Del Pino– para sus propósitos bélicos en Europa. Desde febrero de 2022 Cuba le presta a Moscú valiosos apoyos en el frente diplomático –Naciones Unidas, Grupo de los 77 y CELAC, entre otros– y en la propaganda en el mundo hispano. Cuba fue parte activa y eficiente de la agresión a Ucrania desde el primer día.
- El actual arribo de naves de guerra y visitas recíprocas de militares de alto nivel son parte de una campaña de medidas activas para obtener concesiones diseñada en forma similar a las medidas que Raúl Castro le solicitó a Andropov en 1982 cuando vio la imposibilidad de arrancar compromisos más sólidos. El hecho de que ahora, según reflejan medios de prensa rusos, diversas instituciones y expertos afines a Putin lo alienten en público a retomar la presencia rusa en Cuba, solo tiene el propósito de legitimar la decisión del mandatario ruso si se decidiera a ello.
- Para hacer creíble esa amenaza se podría aplicar la lógica expuesta por Raúl Castro en 1982 de ir gradualmente “normalizando” la presencia militar rusa en Cuba.
Sin embargo, en 2023 no se necesitan los medios desplegados por los soviéticos en 1962. Por medio de la Operación Anádir, entre el 17 de junio y el 22 de octubre de 1962 el gobierno de la Unión Soviética envió a Cuba a unos 43,000 soldados y oficiales con 36 misiles balísticos (MRBM de 1,770 kilómetros de alcance y 24 IRBM de 4,025 kilómetros de alcance, 36 misiles tierra a tierra y 32 misiles crucero Sopka, 6 aviones bombarderos IL 28 con sus correspondientes seis bombas nucleares y 164 ojivas nucleares para los diferentes tipos de misiles. Con la tecnología actual semejante despliegue no es necesario para una operación de medidas activas con el fin de obtener ganancias políticas y económicas limitadas en su primera fase.
En la actualidad, un submarino “en visita amistosa a la hermana república de Cuba” que sea portador de cohetes cruceros Kalibr capaces de volar a solo 50 metros de altura y portar ojivas convencionales o termonucleares, sería una amenaza creíble si el que controla ese armamento se proyecta como un actor irracional, tal y como viene haciendo Putin con sus repetidas amenazas nucleares para impedir el apoyo a Ucrania por la OTAN.
Con esa acción, por ejemplo, se pondría a la planta nuclear de Turkey Point en La Florida a escasos minutos del alcance de un misil crucero Kalibr lanzado desde la base naval en la Bahía de Cabañas. Eso ni remotamente equilibraría el actual desbalance militar entre Rusia y Washington, pero tendría un propósito político al engrandecer a Putin dentro de Rusia (sobre todo después que el motín de los mercenarios lo ha mostrado débil) y dividir las posiciones de los partidos estadounidenses enfrascados en un importante ciclo electoral.
Sin embargo, si lo que se impusiera en Washington es la parálisis justificándose en la supuesta poca relevancia objetiva de ese desafío desde una perspectiva estrictamente militar, Rusia podría en el futuro mantener ese flujo de visitas militares (tal y como sugirió Raúl Castro a Andropov en 1982) para alardear de una pretendida capacidad de desafiar a Estados Unidos en su patio trasero y usar esa imagen en su propaganda. En política lo que se impone como percepción deviene real. Si los países de la región creen ver en Estados Unidos una potencia decadente incapaz de exigir a sus enemigos ciertas normas de conducta le será más fácil al Kremlin y La Habana reforzar su influencia en esta parte del mundo.
Se impone distinguir la diferencia entre la crisis de 1962 y el escenario que ahora pudiera estarse cocinando en el Kremlin. En 1962 un estadista soviético buscaba el modo de equilibrar con una sola audaz maniobra la amenaza de su fuerza nuclear estratégica con la de su oponente. En 2023 el jefe del Kremlin pudiera sentirse tentado a jugar el papel de un Bin Laden irracional que sentado a las puertas de EE. UU. y usando un chaleco suicida con explosivos nucleares exige concesiones para beneficio de Rusia y Cuba. El chaleco no es suficiente para liquidar a su oponente, pero basta para infringirle un daño significativo si no le conceden lo que solicite. Y si logra hacernos creer que se trata de un alocado “actor irracional” y no de un impostor que trata de timarnos, pudiera llegar a salirse con la suya.
El chantaje nuclear no le funciono en Europa salvo para ralentizar las entregas de armas de la OTAN a Ucrania, pero Putin puede pensar que en el polarizado ciclo electoral de EE. UU. pudiera funcionar asumir si asumiera ese papel de “terrorista al borde de un ataque de nervios”. Sin embargo, contra la idea de que tendría éxito presentándose como peligroso “actor irracional” conspira la vacilación y timidez con la que actuó frente al reciente motín de los mercenarios de la corporación Wagner. - Cuba ha optado por ser un país beligerante del lado del agresor en una guerra europea, donde Putin ha sido declarado criminal de guerra y contra el cual el tribunal Criminal Internacional de La Haya ha emitido una orden de arresto. Esto cambia el contexto en que se desarrollaban y percibían como “normales” ciertas actividades de influencia desarrolladas en el pasado por personas afines al régimen cubano dentro de Estados Unidos a partir de ahora deben ser percibidas y tratadas con la severidad que se le aplica a la actividad enemiga en tiempos de guerra.
- En este nuevo escenario en que Cuba ha pasado a ser una estrecha aliada del país agresor de Ucrania, las actividades de espionaje electrónico compartido (SIGINT) desarrolladas por Cuba con apoyo de Rusia durante muchos años, constituyen ahora un acto de guerra, en tanto las tropas rusas en Ucrania pueden operativizar de inmediato las informaciones obtenidas para su beneficio y provocar la muerte de miles de ucranianos. Como se dijo antes, la presencia de dichas capacidades en Cuba también le serviría a Putin después de las debilidades mostradas durante el motín de Wagner para reforzar la percepción de que es un “tipo duro”. Si Occidente se traga ese mito Putin podría fortalecer su posición negociadora ofreciendo una eventual retirada de Ucrania a cambio del compromiso de no permitir la futura entrada a la OTAN de ese país.
Ante las expectativas inducidas por el aparato de propaganda oficial cubano de que la alianza con Rusia mejorará el consumo nacional, nos preguntamos: ¿Fortalecerá en realidad a la sociedad cubana –su economía, seguridad nacional y gobernabilidad interna– los pasos que viene dando la oligarquía cubana junto con Putin, o la pondrán aún más en precario?
A la interrogante de “a dónde nos llevan”, no vacilamos en responder junto al general Rafael del Pino, que nos arrastran aceleradamente hacia una catástrofe.
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