El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, y Boris Titov[1], uno de los asesores económicos de Vladimir Putin, acordaron crear un Centro de Transformación Económica para preparar la transición del totalitarismo cubano a una “economía de mercado” inspirada en el modelo oligárquico ruso.
Las siguientes líneas van dirigidas a poner luz sobre las causas que a lo largo de nuestra historia condicionaron tan funesta decisión.
El concepto
El término oligarquía designa a un gobierno donde el poder político lo ejerce una minoría privilegiada, mientras el de mafia denota un grupo de personas estructuradas verticalmente que controlan una actividad determinada mediante acciones ilícitas y criminales, actúan a la sombra, impiden la competencia, emplean el engaño y explotan o extorsionan a otras personas. Cuando las características de la oligarquía y de la mafia se unen en un grupo de poder, conforman un Estado mafioso. Parafraseando al politólogo cubano, Juan Antonio Blanco, se trata de una elite que se ha apropiado de las instituciones clave y las ha puesto a su servicio exclusivo.
Los antecedentes
Entre los antecedentes históricos que propiciaron el intento cubano de transitar del totalitarismo al oligarquismo-mafioso se encuentran el empleo de la violencia para dirimir los conflictos sociales y la corrupción político-administrativa. El capítulo más reciente de esa combinación de factores negativos está en las pandillas gansteriles que, surgidas de la lucha contra la dictadura de Gerardo Machado, en la década del 30 del pasado siglo, proliferaron durante los gobiernos auténticos que ocuparon el poder entre 1944 y 1952.
Esas bandas gansteriles, muchas de ellas vinculadas a la política, entre 1934 y 1944 participaron en 16 atentados con 14 muertos y 10 heridos, y entre 1944 y 1948 escenificaron 69 atentados con 59 muertos y 53 heridos[2]. Destacaban la Unión Insurreccional Revolucionaria encabezada por Emilio Tro, y el Movimiento Socialista Revolucionario dirigido por Mario Salabarría, que protagonizaron la matanza ocurrida en septiembre de 1947 en el Reparto Orfila, Marianao, donde fue ultimado Emilio Tro.
La experiencia del gansterismo cubano, que tuvo una fuerte presencia en la Universidad de La Habana, influyó en muchos de los estudiantes de entonces, los que participaron de esos grupos. En una personalidad como Fidel Castro, dotado de inteligencia, persistencia, voluntarismo y un elevado ego, marcó su comportamiento de líder y gobernante.
El segundo antecedente, la corrupción político-administrativa, sirvió de bandera al líder del Partido Ortodoxo, Eduardo Chibás, que enarboló la consigna: ¡Vergüenza contra Dinero! En sus ataques al presidente Carlos Prío Socarrás. Chibás acusó al ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, y al no poder presentar las pruebas de su acusación, se disparó un tiro en agosto de 1951 que, al causarle la muerte, alteró la ya convulsa vida política de Cuba y con ello coadyuvó al golpe de estado de 1952, que tuvo dos respuestas: la negociación y la violencia revolucionaria.
La negociación comenzó con Cosme de la Torriente[3]. Este, al ser electo presidente de la Sociedad de Amigos de la República[4], en noviembre de 1953, exhortó al gobierno y a la oposición a colaborar en una solución pacífica y democrática mediante el restablecimiento de la Constitución de 1940, el establecimiento de una fecha para celebrar nuevas elecciones y formar un gobierno que ofreciera garantías a todas las partes en contienda.
La violencia revolucionaria, por su parte, debutó en 1952 con el intento del Movimiento Nacionalista Revolucionario, encabezado por el profesor Rafael Barcenas, de tomar el campamento militar Columbia. Continuó en 1953 con el asalto al cuartel Moncada; en 1956 con la llamada Conspiración de los Puros, el asalto al cuartel Domingo Goicuria de Matanzas, el alzamiento del 30 de noviembre en Santiago de Cuba y el desembarco del Granma el 2 de diciembre; en 1957 con el asalto el Palacio Presidencial y el ataque a la Estación Naval de Cienfuegos, y la la guerra de guerrillas que tomó el poder por las armas en 1959.
La toma del poder
El 2 de enero de ese año, en su condición de presidente provisional de Cuba, Manuel Urrutia LLeó designó a Fidel Castro Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas, quien comenzó a integrar un gobierno con figuras procedentes de los movimientos cívicos y revolucionarios. Entre ellos José Miró Cardona en el cargo de Primer Ministro, propuesto por el propio Fidel Castro quien lo consideraba “como un bálsamo para la burguesía”[5].
La Constitución de 1940, cuya plena restitución había sido prometida, en febrero de 1959 fue reemplazada por la Ley fundamental del Estado Cubano, con lo cual el Primer Ministro asumió las funciones del Presidente de la República. Unos días después, varios ministros provenientes del Movimiento 26 de Julio, propusieron a Fidel que ocupara el premierato, para lo cual este puso como condición: “tener el control directo de la política general, sin menoscabo de las facultades que, conforme a la Ley Fundamental, le correspondían al Presidente de la República”[6]. En respuesta, el Consejo de Ministros cambió la redacción del artículo 146 de la siguiente manera: “Corresponderá al Primer Ministro dirigir la política general del Gobierno, despachar con el Presidente de la República los asuntos administrativos, y acompañado de los ministros, los propios de los respectivos departamentos”[7]. En virtud de ese cambio, el ya jefe de la fuerzas de tierra, mar y aire, se convirtió en jefe político del gobierno.
Las elecciones libres, que según el Manifiesto de la Sierra Maestra emitido en marzo de 1957, se celebrarían en el término de un año, se aplazaron primero hasta unos quince meses[8], después hasta que los partidos políticos estuvieran plenamente desarrollados y sus programas claramente definidos[9], y luego para cuando todos supieran leer y escribir[10], hasta que el 1 de mayo de 1960 se lanzó la consigna: ¿elecciones para qué?”[11]
La estatización de la propiedad, que había comenzado con la Primera Ley de Reforma Agraria tomó fuerza, conjuntamente con el desmontaje de la sociedad civil: fundamento de la participación ciudadana. En consecuencia, desaparecieron las libertades y el concepto de ciudadano, y en su lugar emergió un partido único y las organizaciones de masas subordinadas a dicho partido. De forma paralela se inició la exportación de la revolución mediante la guerra de guerrillas, lo que, unido a la expropiación de empresas de ciudadanos norteamericanos, generó el conflicto con Estados Unidos, que coadyuvó al giro de la revolución hacia el totalitarismo. Este fue coronado con el establecimiento del monopolio sobre la enseñanza y la cultura, mientras la militarización propició la participación de las fuerzas armadas en la dirección de determinados sectores de la economía.
Como el poder no emergió de las urnas, sino de las armas, nunca rindió cuentas de sus acciones. Cuatro ejemplos son suficientes para confirmarlo: la instalación de cohetes rusos de mediano alcance en 1962, que colocó al mundo al borde de una guerra nuclear; el apoyo a la invasión de las tropas del Pacto de Varsovia a Checoslovaquia en 1968 para mejorar las relaciones con la Unión Soviética (debido a la exportación de las guerrillas, esta había reducido los envíos de petróleo a Cuba); el paso de las grandes propiedades al holding militar conocido como GAESA y, más reciente, en el año 2022, el apoyo a la invasión de Rusia a Ucrania.
Ante el fracaso del totalitarismo
A pesar de la subvención multimillonaria que Cuba recibió de la Unión Soviética, el control estatal absoluto generó un retroceso sostenido. En 2016, cuando el periodista de The Atlantic Montly, Jeffrey Goldberg, le preguntó a Fidel Castro sobre la vigencia del modelo cubano, este, lacónicamente, respondió: “El modelo cubano ni siquiera funciona para nosotros”. El reflejo de lo ocurrido no ofrece dudas: deterioro del sistema de salud, disminución de la producción, incapacidad para garantizar el fluido eléctrico, crisis del transporte, de la vivienda, disminución del salario real, inflación devenida estanflación, protestas populares, endeudamiento del país y éxodo masivo.
Sin voluntad política para rectificar el camino totalitario, se despreciaron varias oportunidades en mejores condiciones que las actuales. La última, cuando la administración de Barack Obama cambio la política estadounidense hacia Cuba.
Ante la imposibilidad de continuar sin cambiar, inmerso y en una situación sin salida, hechos como la visita del Primer ministro cubano a Vietnam, las conferencias impartidas por dirigentes vietnamitas en la Escuela de Cuadros del Estado, y el llamado de Díaz-Canel a estudiar el pensamiento de Xi Jinping, indican un coqueteo con esos modelos no democráticos, pero al menos capaces de desarrollar a sus países y reducir la pobreza.
En ese contexto, sin resultado en los intentos de que la administración de Joe Biden suspenda el embargo, saque a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, y sin voluntad política para emprender la reforma estructural profunda que requiere la realidad cubana, la élite gubernamental optó por el oligarquismo-mafioso ruso; una variante de capitalismo de Estado, apta para conservar el poder, pero no para salvar a la nación cubana.
El proceso de transición comprende un paquete de legislaciones –entre ellas las de expropiación y de comunicación, las reformas jurídicas– y la creación de las últimas 112 Mipymes, un grupo de establecimientos autorizados a importar y a vender en el sector del comercio minorista, que engrana con el proyecto de rusificación: “economía de mercado” sin libertades. De manera que el holding –Grupo de Administración Empresarial, SA (GAESA), adscrito al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias– como ha explicado el economista cubano Emilio Morales, en solo seis años pasó “de controlar menos del 23% de la economía cubana al 70%, se hizo con el control del 95% de las finanzas del país, se ha apropiado del 70% de las riquezas nacionales por medio de empresas no auditables, e incluye a la financiera CIMEX –un grupo empresarial privado de capital estatal cubano, que gestiona las tarjetas de crédito y otros servicios financieros–, más corporaciones como Gaviota, al frente de un sistema hotelero”.
El peligro
Uno de los mayores peligros del camino elegido, además de los ya señalados, es el vínculo de GAESA con otros Estados y actores no estatales vinculados al crimen organizado y al terrorismo. Cuba apoya hoy la agresión rusa a Ucrania en el campo de la guerra informativa y diplomática, no porque la política agresiva de EE.UU la haya enajenado.
El 7 de febrero, el encargado de Negocios de la Embajada de Washington en La Habana, Benjamín Ziff, dijo a la Agencia de Prensa AP, que en las relaciones con Cuba era difícil regresar a la época de la administración de Barack Obama. Al día siguiente, 8 de febrero, el cardenal Beniamino Stella, enviado a Cuba por el Papa Francisco, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, expresó: “No se puede subordinar la libertad a ningún cálculo de intereses o coyunturas o esperar a mejores tiempos para propiciarla”. Y antes de partir de la Isla, manifestó: “El papa desea mucho que haya una respuesta positiva ante las peticiones de la Iglesia para la liberación de los manifestantes condenados”. Las declaraciones de Benjamín Ziff y el mensaje del Papa coinciden en la exigencia de liberar a los presos por las manifestaciones del 11J. Sin embargo, la falta de voluntad del gobierno cubano confirma su decisión de no cambiar, coincidentemente con la elección del intransitable camino ruso, evidenciada en las recientes visitas a Cuba del secretario general del Consejo de Seguridad de Rusia, Nicolai Patruhev (el pasado 1 de marzo), brazo derecho de Putin, y (tres días después) el pasado 1 de marzo y (tres días después) del oligarca ruso Igor Sechin, director Ejecutivo de la petrolera Rosneft.
Notas
[1] Boris Titov, político, economista, empresario, uno de los asesores económicos de Vladimir Putin y presidente del partido Causa Justa, especializado en fomentar economías de mercado en regímenes dominados por elites autocráticas.
[2] Newton Briones Montoto. General regreso. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2005, p. 36
[3] Cosme de la Torriente (1872-1956), coronel de la Guerra de Independencia, delegado a la Asamblea Constituyente de la Yaya. Magistrado y Senador, primer Embajador de Cuba en Washington, fundador y Presidente de la Sociedad de Amigos de la República.
[4] SAR, organización creada por iniciativa de Jorge Mañach a fines de 1948, con fines cívicos.
[5] L. M. Buch Rodríguez. Gobierno Revolucionario Cubano: génesis y primeros pasos. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, p.74
[6] Ibídem, p. 74
[7] Ibídem, p.74
[8] Thomas Hugh. Cuba, la lucha por la libertad. México, Ediciones Grijalbo, 1974, Tomo 3, p. 1394.
[9] Ibídem, p. 1536.
[10] Ibídem, p.1548
[11] Ibídem, p.1637