El Dr. Jorge A. Sanguinetty en el artículo “La reconstrucción de la economía cubana” publicado en Diario de Cuba realiza un análisis de las  diferentes etapas que ha atravesado la economía cubana desde 1958. Sanguinetty concluye que “la reconstrucción de la economía cubana consiste primordialmente en la reconstrucción de sus empresas, lo cual solo podrá lograrse con inversiones de capital privado, nacional y extranjero, y con un Gobierno que conozca las condiciones en que opera una empresa en el mundo actual. Esto significa que el Gobierno se excluya del manejo empresarial y que deje de usar la economía como un instrumento de control político de la población”.

A continuación Cuba Siglo 21 reproduce fragmentos del artículo “La reconstrucción de la economía cubana”


Con frecuencia, se habla de reformas económicas, de una reconstrucción y hasta de la aplicación de un Plan Marshall para Cuba. Dada la demostrada incompetencia de los gobernantes cubanos para mejorar la economía, junto a su falta de voluntad política para enfrentar el problema y resolverlo, cabe preguntarse qué sentido tiene hablar de una reconstrucción en las condiciones actuales.

Pero, ¿de qué hablamos concretamente cuándo nos referimos a reconstruir la economía cubana? ¿Qué fue lo que se destruyó de la economía? ¿En qué consiste la economía cubana? La economía es un concepto abstracto que abarca las infinitas actividades y transacciones que continuamente llevan a cabo los miembros de toda sociedad para producir y distribuir los bienes y servicios que necesitan o desean. La economía representa el metabolismo que cada sociedad necesita para sostenerse, crecer y reproducirse. De difícil visualización, tales actividades y transacciones están a cargo de las empresas y organizaciones afines, que a su vez se relacionan entre sí de múltiples y muy complejas maneras.

La empresa estatal típica continúa deteriorándose, no solo en su dotación de activos físicos y financieros, sino también en su capacidad orgánica de manejo y administración rentable. La paupérrima actividad económica privada fue permitida solo para aliviar el peso del empleo excesivo de trabajadores que inflaban improductivamente la nómina estatal, pero era muy insuficiente para cubrir las carencias productivas de las empresas estales planificadas. El fracaso en la reciente implementación de la llamada “tarea de ordenamiento monetario” puso en clara evidencia que los gobernantes no saben cómo debe operar una empresa ni cómo se relaciona con la macroeconomía, al suponer implícitamente que las mismas responderían eficientemente a las nuevas señales derivadas de las tasas de cambio reajustadas.

Conclusiones

Estas consideraciones significan que cualquier reforma de la economía cubana tiene forzosamente que enfocarse en la empresa como el instrumento principal de los procesos productivos. Sin una reconceptualización de la empresa como célula productora por excelencia de la actividad económica del país, no puede haber una reconstrucción de su economía. Y esa reconceptualización requiere que cada empresa goce de un nivel de autonomía o libertad de gestión que le permita, eficientemente, responder a todas las formas de incertidumbre que forman parte de una sociedad moderna y dinámica.

La empresa debe ser flexible para ajustar sus procesos productivos a las variaciones aleatorias continuas que afectan la demanda por lo que produce, los insumos y los trabajadores que necesita para lograrlo y las condiciones generales de la macroeconomía y las finanzas simultáneamente. Y todo esto por encima de poder sostener un sistema de incentivos para que los trabajadores estén moral y materialmente interesados y comprometidos en la eficiencia productiva de sus puestos de trabajo. Sin incentivos eficaces basados en una concepción realista, no caprichosa de la naturaleza humana, no se puede lograr una economía eficiente.

En la actualidad, la empresa estatal típica cubana, urbana o rural, está muy lejos de cumplir esas condiciones. Algunos funcionarios parecen haber reconocido que es en el sector privado donde se pueden dar las condiciones necesarias para mejorar la economía en su conjunto, pero esto significaría hacer concesiones contrarias a lo que parece ser la ideología imperante (o los intereses personales y nada socialistas de los que gobiernan), lo que crea un profundo dilema tanto para los gobernantes actuales como para la ciudadanía en general. Para mejorar las condiciones económicas del país es, más que necesario, insoslayable liberar las empresas cubanas. Esto requiere que las empresas se liberen de la planificación central y sean manejadas por sus administradores y trabajadores, en función de sus intereses personales, que al fin y al cabo son compatibles con los intereses personales de los demás ciudadanos como consumidores y bajo un régimen de competencia que evite el monopolio.

En síntesis, la reconstrucción de la economía cubana consiste primordialmente en la reconstrucción de sus empresas, lo cual solo podrá lograrse con inversiones de capital privado, nacional y extranjero, y con un Gobierno que conozca las condiciones en que opera una empresa en el mundo actual. Esto significa que el Gobierno se excluya del manejo empresarial y que deje de usar la economía como un instrumento de control político de la población.

Aquí incluyo unos comentarios de Roger Betancourt, Profesor Emérito de Economía de la Universidad de Maryland, quien leyó una versión inicial de este artículo y apunta que parte de la reconstrucción de la economía cubana requiere reconceptualizar y transformar el papel de las instituciones del Estado y el Gobierno, para que sean compatibles con una economía basada en empresas autónomas y eficientes. Esto equivale a crear y hacer cumplir las reglas y regulaciones que se necesitan para proteger los derechos de los trabajadores, consumidores y empresarios, los verdaderos dueños y dirigentes de la economía, de modo que todos al unísono puedan cumplir con las tareas productivas y distributivas que la sociedad demanda, de manera continua y estable.

Al mismo tiempo que las empresas producen los bienes y servicios privados que la ciudadanía demanda, el Estado debe estar a cargo de los bienes y servicios públicos que la sociedad en conjunto necesita, o sea, los que se consumen simultáneamente por todos los ciudadanos, por ejemplo, la seguridad nacional, la administración de justicia, la sanidad pública, la estabilidad de la moneda y las garantías de los derechos de propiedad, el acceso a la educación y a los servicios de salud.

Con la composición actual del Gobierno, la aparente ideología imperante y la arquitectura institucional vigente, no parece factible que se lleven a cabo los cambios que Cuba necesita para mejorar su economía. El anuncio reciente sobre la presencia en Cuba de unos empresarios rusos para aconsejar al Gobierno sobre cómo montar una economía parecida a la de la Rusia actual no es aconsejable, porque tiende a replicar un sistema con una fuerte presencia del Gobierno en la economía, con casi ninguna participación ciudadana.

La reconstrucción de la economía cubana depende de otras reconstrucciones, en especial la de la mentalidad de los que gobiernan, mucho más que la ideología, para que se comprometan con el bienestar de los cubanos y no con el designio mesiánico y obsoleto de un líder que ya no existe, pero que continúa, como si fuera un fantasma, influenciando los destinos de Cuba