El deshielo con Cuba bajo la Administración Obama constituyó un Plan B del gobierno cubano por si Maduro perdía las elecciones en el 2013. ¿A quién beneficia un nuevo deshielo? ¿Qué debería hacer la administración de Joe Biden?
En 2009, antes de que remesas y viajes fueran abiertos sin restricciones por la Administración Obama, las primeras habían alcanzado un monto de 1.653 millones de dólares. Ya para 2014 eran 3.128 millones. En un abrir y cerrar de ojos la liberación de estas restricciones convirtieron la Isla en el destino con la mayor tasa anual de crecimiento de remesas en América Latina. Su monto superaba con creces las ganancias de las exportaciones cubanas de ron, níquel, productos del mar, tabaco, azúcar, biotecnología, y los ingresos netos del turismo.
En el segundo semestre de 2013 comienzan las conversaciones secretas entre los gobiernos de Cuba y EEUU. Tras 18 meses de negociaciones, el 14 de diciembre de 2014 se anuncia el célebre deshielo. Rápidamente, la maquinaria de la prensa norteamericana comenzó a mover el acercamiento. Por varias semanas consecutivas The New York Times publicó artículos apoyando el deshielo. El lobby por hacer comercio en Cuba se agitó fuertemente en EEUU. Cientos de compañías participaron en conferencias organizadas para impulsar el comercio con la Isla, al igual que funcionarios del Gobierno cubano, ejecutivos de empresas y especialistas viajaban a EEUU para intercambiar experiencias e información en dichos encuentros. Del lado norteamericano participaban empresas de la mayoría de los sectores de la economía, con destaque especial de las relacionadas con los sectores de la energía, las telecomunicaciones, la agricultura, el turismo, la biotecnología, el transporte aéreo, la producción de alimentos, proyectos de infraestructura, equipos pesados, comercializadoras de piezas de repuestos para autos, compañías de abogados, etc.
Por otra parte, la sinergia generada catapultó el interés de otros países en Cuba como destino de inversión. La Isla se puso de moda, llamando la atención de cientos de inversionistas de todas partes del mundo. Al mismo tiempo, la Administración Obama animaba a los acreedores de la deuda externa a renegociarla con la Habana, teniendo en cuenta la perspectiva del nuevo escenario que surgía en las relaciones entre Cuba y EEUU.
Mientras el deshielo y sus repercusiones llenaban titulares en la prensa mundial, la inteligencia cubana hacia su trabajo para apuntalar la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones el 15 de abril del 2013, cuando ganó fraudulentamente a Capriles con una ventaja del 1.59% de los votos.
Dado este paso, Maduro en control, comienza la penetración a fondo de la inteligencia cubana en el ejército venezolano y una fuerte guerra de desgaste para dividir y maniatar a la oposición de Caracas, la cual se había fortalecido al ganar las elecciones parlamentarias de 2015. A partir de entonces, la puesta en escena quedaba lista: comenzaba el desmontaje del deshielo.
¿Cómo se abortó el deshielo?
El desmontaje del deshielo tuvo dos causas fundamentales:
- La volátil expansión del sector de cuentapropistas en la Isla, que silenciosamente estaba desplazando del mercado a las empresas del Estado, principalmente a las subsidiarias de GAESA, las cuales se vieron muy afectadas en sus ingresos en los sectores de turismo, mercado minoristas, gastronomía y transporte.
- La simpatía despertada en la población cubana por EEUU y el riesgo que esto significaba de una penetración de las empresas norteamericanas, sumado al fuerte impacto ideológico en la población, pues comenzaba a desmontarse el mito del peligro que representaba el imperialismo yanqui y sus malignas intenciones —mito construido durante más de cinco décadas por órdenes de Fidel Castro—, a lo que habría que agregar el impacto geopolítico, dada la posibilidad real de que Cuba dejara de ser un factor influyente en América Latina que afectara los intereses de Rusia en la región.
A partir de ahí, cómo desmontar el deshielo no era una tarea difícil. El primer paso era resolver el problema interno que representaba el empuje de los emprendedores, convertidos ya en una fuerza de cambio. Para ello, lo primero que hizo el régimen fue trancar las reformas. Con esta medida se paró en seco la expansión del emprendimiento en la Isla y se cortó de golpe el desarrollo y fortalecimiento de una clase media emergente con poder económico que en el futuro terminaría generando interés por el poder político. El tranque de las reformas implicó que no se emitieran más licencias, que se limitara a los emprendedores a tener una sola licencia y negocio. Estas medidas vinieron acompañadas de una subida de impuestos, un tope de precios, la no aprobación de más cooperativas no agropecuarias (CNA), el desmantelamiento de las más renombradas y exitosas, la demonización de los emprendedores en los medios de comunicación, la encarcelación de algunos de ellos presentándolos en la prensa como casos de corrupción, etc. Además, se introdujeron nuevas leyes y cambios que marcaban un proceso de estatización del emprendimiento, dejando muy poco margen a la iniciativa ciudadana y dando más control a las empresas estatales. En otras palabras, el régimen puso una lápida encima del movimiento emprendedor en Cuba, dejándolo prácticamente sin oxígeno.
El segundo paso era resolver el impacto del acercamiento de EEUU a Cuba, muy fuerte en la población, que simpatizaba con el presidente Obama tras su discurso en La Habana. A raíz del discurso del presidente estadounidense, se hizo viral en la Isla ver banderas norteamericanas en los balcones de las casas, en pañuelos de cabeza y en prendas de vestir. Esto tuvo un impacto ideológico que no gustó nada en el ala conservadora del Partido Comunista.
Una vez que Obama partió de regreso, la prensa cubana arremetió contra el mandatario. La maquinaria del Partido comenzó su tarea sucia para aplacar los efectos de la visita, sembró el veneno de que el acercamiento de EEUU era un verdadero “caballo de troya” que lo que quería era destruir la revolución desde adentro. El plato fuerte, sin embargo, lo llevó a cabo la contrainteligencia cubana, al comenzar los todavía hoy “misteriosos” ataques sónicos a los diplomáticos norteamericanos.
Si en La Casa Blanca y el Departamento de Estado suponían que los dirigentes cubanos verían con alegría la marea de empresarios y funcionarios estadounidenses que ahora los visitaban, se equivocaron. Un audio tomado en una reunión antes de que se iniciarán los ataques sónicos en pleno deshielo y filtrado años después a medios de prensa de Florida así lo demuestra. En la grabación se escucha claramente a un oficial expresar la alarma de la dirección del país y el Ministerio del Interior por la masividad de la presencia estadounidense, e impartir instrucciones terminantes a altos funcionarios de múltiples instituciones económicas, académicas y políticas. Nadie podía permitir el acceso a sus instituciones, ni reunirse con ninguno de ellos sin antes informar y recibir autorización expresa para hacerlo.
Tanto para la Dirección General de Inteligencia (DGI) como para la Dirección Nacional de Contra Inteligencia (DGCI), lo importante no era el desarrollo económico y el bienestar que esas visitas pudiesen traer a Cuba, sino controlar las circunstancias de ese intercambio o impedir su realización. El criterio y los procedimientos de la policía secreta —no solo los de la burocracia administrativa— explican las limitaciones en los intercambios, pero también el largo proceso de evaluación y aprobación de las propuestas de negocios traídas por los visitantes. La práctica demostró más adelante que la mayoría de los empresarios que llegaban a la Isla con la maleta llena de ilusiones, regresaban llenos de decepción y desengaño; todo era una farsa.
Es también una curiosa coincidencia que fuese después de esta expresión —oficial y policial— de inquietud y malestar por el gran número de diplomáticos acreditados en la recién abierta embajada de EEUU, que se iniciaron los llamados “ataques sónicos” contra el personal acreditado allí. El impacto en su salud obligó a la larga a evacuar a más de dos decenas de diplomáticos y sus familiares. Bajo la presidencia de Trump —iniciada con una declaración de no querer romper las relaciones bilaterales, sino renegociar los términos— arreciaron aún más los ataques, conduciendo a la interrupción indefinida de las operaciones de esa dependencia en La Habana y precipitando una confrontación abierta entre ambos países.
Llegados a este punto, el deshielo se vino abajo. Sin embargo, para ese entonces el régimen cubano ya había logrado sus principales objetivos:
1. DEUDA EXTERNA. Limpiaron 42,000 millones de deuda externa. Ver figura 1.
Fuente: Elaborado por Havana Consulting Group a partir de los reportes de varias instituciones financieras y agencias de prensas internacionales.
2. TURISMO. Lograron incrementar el turismo en 56.15% en el período 2014-2017; de recibir 3.003.345 millones de turistas en 2014 pasaron a recibir 4.689.8954 en 2016.
3. REMESAS. Las remesas en efectivo crecieron en el período 2009-2019 en un 124.82%. De 1.653.15 millones de dólares saltaron a 3.716.71.
4. GAESA. Consiguió la mayor bonaza financiera de su historia, llenando sus carcas con miles de millones de dólares.
5. VENEZUELA. Se logró tomar control absoluto de Venezuela, garantizando así el suministro de petróleo y la influencia e injerencia en otros gobiernos de la región.
Conclusiones
El acercamiento a EEUU nunca estuvo basado en la estrategia de desarrollar Cuba y abrir una economía de mercado a expensas de las tremendas ventajas que en la práctica suponía una nueva y buena relación con el vecino del Norte. El deshielo estaba basado en la posibilidad real de que el régimen cubano pudiera perder el soporte financiero venezolano y la necesidad de encontrar un nuevo mecenas que lo mantuviese. Lo que primó fue conservar el poder a toda costa, a expensas de cualquier variante, incluso si esta era la de un acercamiento con su mayor enemigo.
Los hechos muestran claramente que para el régimen cubano no era conveniente el desarrollo de una clase media en la Isla y menos aún apuntalada por una buena relación con EEUU. Su principal objetivo fue tomar un segundo aire limpiando la deuda externa (más de 42.000 millones de dólares le fueron condonados), y asegurarse de nuevas y acaudaladas fuentes de financiamiento: las remesas de los exiliados y el turismo, principalmente proveniente de EEUU, además de lograr el control de Venezuela para garantizar el suministro de petróleo subsidiado.
La administración Obama mordió el anzuelo ante este audaz movimiento pensando que su política de engagement era correcta. No percibió que lo que hacía el régimen cubano era ganar tiempo para apuntalar a Maduro y acomodar sus finanzas ante el nuevo escenario que surgía, para de esta forma mantener el poder.
Cuatro años después, de nada valió interrumpir el deshielo. La situación actual muestra un escenario más vulnerable para el régimen que el que generó el propio deshielo. Ahora vemos un gran vacío de poder, que se ha quebrado el monopolio de la información, y lo más importante, que por primera vez el pueblo ha salido a la calle a pedir cuentas a una dictadura que lleva 62 años haciendo daño.
Sumado a esto, tenemos un país con una economía totalmente colapsada y en medio de una pandemia fuera de control que muestra la verdadera cara del régimen, donde una cúpula mafiosa en control del aparato represivo se roba impunemente las riquezas del país, mientras crece la frustración de una población agobiada por las carencias y con cada vez más deseos de libertad y justicia.
El régimen cubano está dando muestra de que está en su fase terminal. En su último pataleo, ha mostrado lo peor de lo que es capaz: reprimir a un pueblo indefenso que reclama pacíficamente un cambio, implementando una campaña de terror con cientos de personas desaparecidas, encarceladas y procesadas sin ningún tipo de garantías jurídicas. El mundo entero ve todo lo que está ocurriendo en el país. El marketing político del régimen ha quebrado definitivamente.
Viendo esta realidad, la Administración Biden debe comprender que no son tiempos de engagement ni de deshielos. Es sencillamente la hora de hacer lo políticamente correcto: ayudar al pueblo cubano a decapitar a la tiranía más siniestra que ha tenido nuestra América en los últimos 62 años.
Fragmento del artículo “El deshielo Cuba-EEUU: un plan B abortado con urgencia” publicado en Diario de Cuba