Mientras los titulares de febrero se centraban en la escasez de alimentos, los cortes de electricidad y las habituales excusas del régimen, el verdadero terremoto se producía fuera del radar mediático: el colapso financiero silencioso del sistema GAESA. El mes cerró con una señal inequívoca: la maquinaria de extracción económica que sostiene al aparato represivo cubano ya no tiene de dónde sacar. Febrero fue el mes en que el cascarón del modelo mafioso mostró, sin disimulo, sus grietas estructurales.

El dato más revelador —aunque apenas mencionado en medios oficiales— fue el que filtró ETECSA: una pérdida del 60% de sus ingresos provenientes del exterior. Para una empresa que ha vivido durante años del flujo constante de divisas enviadas por la diáspora, esta caída equivale a una hemorragia sin transfusión posible. Pero la crisis de ETECSA no es un caso aislado: es un síntoma más del derrumbe de las tres fuentes clave de ingreso externo del régimen —remesas, turismo y recargas telefónicas.

En febrero, el dólar alcanzó los 395 CUP en el mercado informal, evidenciando que ni siquiera las medidas de control cambiario del régimen pueden contener la inflación galopante. Las remesas, por su parte, cayeron más de un 70% respecto a 2019, afectadas por la migración masiva que ha vaciado de familiares muchas casas en la isla. Y el turismo apenas alcanza el 50% del volumen previo a la pandemia, sin perspectivas claras de recuperación.

En este contexto, febrero marcó un momento de decisión estratégica para el poder real en Cuba: GAESA. Con sus arcas secándose y sin crédito internacional, la cúpula militar-económica puede por su única carta conocida: aumentar la carga sobre el ciudadano común.

Febrero de 2025 pasará a la historia no por lo que estalló en las calles, sino por lo que se quebró en los balances ocultos de las empresas del poder. Fue el mes en que los números hablaron más fuerte que cualquier proclama ideológica. Fue cuando los planificadores de GAESA entendieron que el país se les escurría entre los dedos, y que el único recurso que les quedaba era aumentar la opresión… y buscar otros medios de ingresos.

Hoy podemos mirar atrás y afirmar sin ambigüedades: febrero fue el mes en que el Estado mafioso cubano colapsó financieramente.