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Durante más de seis décadas, Cuba ha visto emigrar a millones de sus ciudadanos. No solo han partido en busca de mejores ingresos, sino también de oportunidades de realización personal y profesional que dentro de la isla resultaban imposibles. Ingenieros, médicos, artistas, emprendedores y deportistas tuvieron que desarrollar sus carreras en sociedades libres, donde la innovación, la iniciativa individual y la libre empresa no eran delitos ni sospechas, sino motores del progreso.

El resultado ha sido una fuga masiva de talento que empobrece a la nación, al tiempo que enriquece a los países de acogida. Mientras dentro de Cuba se reprimen la creatividad y el emprendimiento, en el exilio esos mismos cubanos florecen, creando empresas, liderando instituciones, innovando en ciencia y cultura. No fue un “robo de cerebros”, fue un criminal “desperdicio de talentos” al erradicar las libertades que les hubieran permitido florecer en el país en que nacieron.

Más allá del dinero: las remesas de conocimiento

Durante años, se ha hablado de las remesas como la ayuda económica que los emigrados envían a sus familias en la isla. En mi ensayo From Brain Drain to Brain Gain: Knowledge Remittances (Miami Dade College, 2013) propuse ampliar la mirada. Además del capital financiero existe el capital humano (conocimientos, destrezas) y el capital social (relaciones humanas con personas e instituciones cuyo potencial apoyo puede facilitar la exitosa realización de proyectos personales). No solo deben importarnos las remesas financieras que un ciudadano pueda enviar desde el exterior a su país de origen. En la era de la información digital es también posible enviar remesas de conocimiento que incluyan parte del capital humano y social acumulado por esa persona.

Las remesas de conocimiento no se miden en dólares ni en euros, sino en saberes, experiencias, valores y redes de contactos sociales que los emigrados acumulan en sus trayectorias de vida. Son las prácticas modernas de gestión aprendidas en grandes empresas; los métodos médicos y científicos desarrollados en hospitales y universidades de prestigio; los valores cívicos que nacen de vivir en sociedades democráticas; y la visión de futuro que se adquiere cuando se conoce un mundo de oportunidades. Son recursos intangibles pero poderosos, capaces de transformar a una nación. Si al llegar a otro país el dinero sirve para sobrevivir, el conocimiento y las relaciones humanas sirven para renacer.

Cuba en libertad: un futuro posible

La serie Talentos cubanos en Libertad de Cuba Siglo 21 quiere mostrar precisamente eso: las historias de hombres y mujeres que, una vez en libertad, demostraron hasta dónde podían llegar. Cirujanos que revolucionan la medicina, empresarios que levantan cadenas de restaurantes, artistas que brillan en escenarios internacionales, atletas que conquistan podios. Ellos son ejemplos vivos de lo que Cuba perdió al negarles el espacio para desarrollarse, pero también de lo que Cuba puede ganar cuando recupere la libertad económica y la democracia.

Cuando ese momento llegue, no solo se tratará de recibir capital financiero del exterior. Cuba podrá contar con el capital humano más valioso: los conocimientos, experiencias y formación cívica, así como las redes sociales construidas por sus hijos hoy desperdigados por el mundo. Ese día, las remesas de conocimiento serán tan importantes como las de dinero, y serán el cimiento para reconstruir un país devastado por décadas de autoritarismo.

En el American Museum of the Cuban Diaspora en Miami hay una sección dedicada a algunos de los cubanos más prominentes del exilio

Hasta hoy no solo se desperdicia ese potencial de capital humano sino también el monto financiero que se trasmite por medio de las remesas ya que la falta de libertades en Cuba impide su capitalización en un marco de seguridad jurídica. Las remesas financieras están por esa razón condenadas a ser usadas para el consumo de sus receptores, pero no para invertirlas y emprender un proyecto personal de prosperidad. Solo los allegados al poder reciben esa oportunidad. La inmensa mayoría de la población no cree estar legalmente protegida para capitalizar las remesas recibidas en empresas familiares personales o conjuntas con los que aportaron ese capital inicial. Lo que hoy pudieran emprender con tesón y sacrificio puede acabar de pronto con una nueva regulación arbitraria o el acoso personal de un burócrata intocable.

El “milagro cubano”: capital financiero  

Pocos habrían pensado al ver las fotos del estado ruinoso de Berlín y otras ciudades occidentales alemanas después de la II Guerra Mundial que podrían recuperarse en breve tiempo. Una indagación sobre las opiniones de diversos expertos respecto al tiempo que tomaría la reconstrucción material de Cuba arroja un estimado entre cinco a siete años. Creemos será en realidad entre tres y cinco. Hay tres factores que permiten ese optimismo: los recursos naturales de la isla, su proximidad geográfica al mayor y más dinámico mercado de todo el mundo y una diáspora de más de dos millones de personas. A ello puede agregarse los recursos que puedan provenir de la inversión directa y los préstamos al desarrollo de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional.

Pero mientras estos recursos internacionales se atraen del exterior, la diáspora cubana será una fuente incalculable de capital financiero y humano para la reconstrucción nacional. No se trata solo de los grandes capitales billonarios del exilio. Cada cubano interesado en invertir en la isla bien sea solo o con sus familiares o amigos radicados en Cuba, podría solicitar a su banco o tarjeta crediticia un estimado del valor de la línea de crédito que pudieran extenderle dado el monto de sus ahorros y propiedades que puede emplear como colaterales del préstamo. Es esa la razón por la cual se puede esperar que una vez restablecida la libertad y las seguridades legales para la empresa privada podría esperarse un flujo inversionista -no de remesas para el consumo como es ahora- de más de 20,000 millones dólares en los primeros tres a cinco años para iniciar el despegue de la reconstrucción nacional.  El “Milagro cubano” está garantizado una vez que Cuba sea libre y democrática.

El milagro económico: capital humano

Pero se requiere mucho más que capital financiero para emprender la reconstrucción nacional. Hace falta también recuperar nuestro capital social. Cada perfil de esta serie es a la vez un homenaje, una advertencia y una razón para creer en el porvenir. Homenaje, porque muestra lo que los cubanos son capaces de lograr en libertad. Advertencia, porque recuerda que todo ese talento fue expulsado, sofocado o desperdiciado por un sistema que teme a la iniciativa individual. Pero también es una invitación a imaginar el porvenir.

Una Cuba democrática y abierta, donde los talentos no tengan que emigrar para crecer, sino que puedan construir dentro de su tierra natal. Una Cuba donde los médicos, ingenieros, empresarios y artistas que tuvieron que radicarse fuera de la isla, encuentren un espacio para aportar a la sociedad que los vio nacer incluso sin tener que repatriarse físicamente. Lo que fue una vez fue un drenaje de cerebros se transformará en ganancia de capital humano cuando esos compatriotas -desde cualquier punto del planeta- tengan la oportunidad de contribuir con los conocimientos y redes de contactos personales e institucionales -adquiridos a lo largo de su vida en el exterior- al desarrollo del país en que nacieron ellos, sus padres y abuelos.

En la era de internet, en una Cuba liberada del totalitarismo, las remesas de conocimiento se materializarán sin necesidad de retornar los exiliados a residir físicamente en Cuba. Los médicos, cirujanos, arquitectos, ingenieros, economistas, empresarios y miembros de otras profesiones y gremios podrán prestar servicios, asesorar o dar clases a distancia. La telemedicina permitirá a cirujanos como Joseph Lamelas estar presente en el quirófano de un hospital cubano y dirigir una operación a cientos o miles de kilómetros.

Ese día las remesas de conocimiento se convertirán en el primer motor del renacimiento nacional. Y ese también será el día en que historias como las de Armando Codina, IrinaVilariño, Oriol Specht, Yoel Sardiñas y tantos otros dejen de ser historias de exilio para convertirse en semillas de un futuro compartido.