¿Cómo se ha llegado hasta aquí? ¿Como un país que, en 1959 —a solo 57 años de república— se había convertido en la tercera economía latinoamericana, hoy compite con Haití en ostentar el título de estado fallido si no fuera porque el gobierno aún tiene pleno control del territorio?
Al margen de la incapacidad del régimen para manejar la economía, el castrismo, en su origen, tiene otras causas.
Una de ellas apunta a la ceguera de una burguesía nacional y clases medias republicanas que, para salir de la dictadura batistiana financiaron a un aventurero portador de un ejército particular. Ya afectada la institucionalidad de las fuerzas armadas con el batistato, el castrismo introdujo una nueva, totalmente al servicio de una persona y partido. El castrismo aparece como una continuación del batistato, pero sin la eficiencia económica de este.
La justificación del nuevo régimen para remover los cimientos económicos y la naturaleza del sistema político eran los siguientes: por un lado, lograr un alto desarrollo económico al margen de la estrecha sinergia con la economía norteamericana y terminar con el pretendido estatus neocolonial de Cuba respecto a los EEUU.
Cuba es hoy un país, miserable, gobernado por el analfabetismo de una élite que pretendía desarrollarlo, desconectándolo de la primera economía mundial, a minutos de sus costas. Respecto a lo segundo, la constitución de 1940 eliminó las ataduras constitucionales que, con La Enmienda Platt, ubicaban al país bajo un estatus de soberanía limitada; situación neocolonial que jurídicamente reaparece en 1976 cuando la solidaridad con la Unión Soviética se incorpora al texto constitucional, algo obligatorio a todos los países aliados de Moscú. Cuba fue más dependiente de la ex URSS que de los Estados Unidos.
Hoy el castrismo administra la derrota del proyecto, y el posible futuro – democrático y próspero- depende también las decisiones estratégicas que también tomen las clases altas y medias ya cubano americanas que – resentidas por los abusos pasados y actuales del régimen- no creo que estén haciendo una lectura objetiva del proceso.
Se comprende, el sufrimiento y las vejaciones que han recibido los cubanos predisponen en los exiliados una respuesta emocional.
La respuesta, esta vez, debiera ser estratégica. El castrismo perdió carente de un proyecto viable. Tuvo a un líder carismático, pero no un estadista. Ahora se trata del proceso de irle haciendo el entierro, a sangre fría, mientras deja el rastro de un aquelarre de incapacidad, crímenes, violaciones de derechos humanos, corrupción y nepotismo.
La isla, más que nunca, depende de Estados Unidos. Sus ciudadanos más prósperos ya son americanos o están en camino serlo. La Cuba viable está afuera y es la única que puede salvar a esa provincia isleña. Para ponerle el suero, la fruta madura debería cumplir condiciones en plazos, pero hay que establecerlos. Solo es cuestión de tiempo.
El problema radica en que muchos los creadores del régimen siguen vivos y están en el poder. Les queda poca vida. Aún toman o evitan tomar decisiones estratégicas de calado para impedir la bochornosa rendición histórica de cuentas y, quienes están a cargo del gobierno, vigilados —ya también ensuciándose las manos— solo administran con ineficacia el basurero.
En ese escenario aparecen las MiPymes, un regreso al estatus anterior a la llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968, cuando toda la economía pasó a manos del estado. En ello hay dos factores: reconocer que el estado es un pésimo gestor y el necesario reciclaje de allegados y gerifaltes, sabedores de que no podrán seguir viviendo sus vidas privilegiadas de los subsidios que, ya ni ocasionalmente, recibe un estado en quiebra.
La respuesta a esta débil apertura económica, a esa quiebra del modelo, no está en oponerse. Si los hijos y sobrinos de quienes convirtieron un rico país en limosnero quieren ser capitalistas, no está mal. La lucha y la intransigencia debe estar dirigida a que no solo sean ellos. O pueden todos o nada. Hay suficiente poder para lograrlo.
Todas las restricciones del embargo están ahí. O el régimen legisla en la dirección de que todos los cubanos, de dentro o de fuera, puedan operar económicamente en Cuba al margen de sus opiniones y posiciones políticas o seguirá en coma. Mientras el embargo no se toque, queda asegurada la transición política acaso a diez años. Taiwán y Corea del Sur transitaron hacia la democracia con iguales o menos elementos a favor que los de la Cuba actual.
Y ahí entra el factor del exilio y esas clases altas y medias cubanoamericanas imbricadas en el sistema político y económico norteamericano sin las cuales Cuba no alcanzará ni normalidad ni desarrollo.
Cuando más lo necesita, el exilio carece hoy de un liderazgo político que aporte un proyecto de país, un liderazgo que aglutine lo mismo a republicanos y demócratas y a los cubanos todos, en lugar de reproducir hacia dentro de la política cubana el enfrentamiento político entre republicanos y demócratas. No hay, por ejemplo, un Jorge Mas Canosa.
Ni los que en La Habana administran el poder – ni los ancianitos que los supervisan – van a negociar una transición política por el bien del país, para que luego los juzguen. La incapacidad no resulta equivalente a la estupidez. Hay que exigir, eso sí, cuando desaparezcan los creadores del monstruo, toda la verdad, sin venganzas. Las tripas pestilentes del régimen deben ser soleadas. Todo debe saberse. Al final del proceso, democracia y Estado de derecho mediante, se acaban las restricciones.
El poder cubanoamericano en EEUU es suficiente para evitar que el proceso descarrile, pero debe alentarlo. La ventana de oportunidad está abierta. Una política constructiva con visión estratégica debiera sustituir cierto ambiente de brete de solar por el cual tan mal ya muchos nos miran.
La garantía del proceso necesita por parte del exilio paciencia estratégica sin tocar el embargo. En cuanto a las MiPymes, deben ser para todos. Hacer que el estado pierda el control de escoger quienes invierten y emplean sería un cambio estructural de peso hacia una nueva Cuba.
No estamos, por primera vez, en la pendiente de los perdedores. “Paris bien vale una misa” dijo Enrique de Borbón cuando, por la corona de Francia, tuvo que hacerse católico. El futuro democrático de Cuba muy bien vale el perdón.
Publicado originalmente en El Nuevo Herald
Fotograma de video Lambo en Varadero