América Latina está siendo testigo de un hecho político extraordinario. Las restricciones impuestas a las libertades ciudadanas, el miedo inducido a la población a través de una feroz represión y el control sobre los poderes públicos y las fuerzas armadas no impidieron que Nicolás Maduro perdiera las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio ni que el mundo se enterase y pudiera comprobar su derrota. El proyecto chavista, inaugurado en 1992 con el fallido golpe de Estado contra el presidente Carlos Andrés Pérez,[1] sucumbió treinta y dos años después por la vía electoral. Un hecho, que como expuso Dimas Castellanos en Soberanía Popular versus chavismo: una enseñanza para Cuba,[2] trazará un antes y un después en la historia política de Venezuela y de América Latina”.
El retroceso en las condiciones de vida, el elevado número de víctimas por la represión y las dolorosas separaciones familiares fomentaron el descontento reflejado en las encuestas durante la campaña electoral y en las manifestaciones populares antes y después de las elecciones.
El aferramiento al poder, los intereses creados durante los años de desgobierno, el miedo a ser juzgados por los daños causados y por la acusación de crímenes de lesa humanidad, condujeron esta vez a Maduro a sustituir el fraude por el golpe de Estado. En consecuencia, el Consejo Nacional Electoral (CNE) —subordinado al chavismo— sin aportar las pruebas anunció su “victoria”; mientras la Plataforma Unitaria, con copias de más del 80% de las actas demostró que Edmundo González resultó vencedor con una diferencia récord en la historia política de Venezuela posterior a la reinstauración de la democracia con el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958[3].
Los antecedentes
Chávez, al ser amnistiado por el presidente Rafael Caldera en 1994[4] fue recibido en Cuba a nivel de jefe de Estado. La invitación hecha por Fidel Castro guarda relación con su personalidad e intenciones, como lo indican los cinco hechos siguientes:
- La simpatía del líder cubano con el golpista venezolano por la similitud entre su amnistía y la que le concedió Fulgencio Batista después de ser condenado por el asalto al cuartel Moncada en 1953.
- Fidel Castro durante su primer viaje al exterior, en enero de 1959, fue recibido en Venezuela, por el presidente Rómulo Betancourt[5], a quien le solicitó 300 mil barriles diarios de petróleo en “condiciones favorables”. La respuesta del mandatario venezolano fue negativa: lo haría a cambio del pago por adelantado a precio de mercado.[6]
- En 1992, después del intento de golpe Estado de Chávez, el opositor cubano Carlos Alberto Montaner[7] fue recibido en Caracas por el presidente Carlos Andrés Pérez, algo imperdonable para el líder cubano.
- En 1994, en medio de la crisis por la pérdida de las subvenciones soviéticas, Fidel Castro urgía del petróleo que treinta y cinco años antes Rómulo Betancourt le negó.
- Fidel Castro, desde el fracaso de la guerra de guerrillas con la muerte de Ernesto Guevara en Bolivia, estaba experimentando nuevas formas de internacionalizar su modelo totalitario.
El chavismo
Chávez, después de su estancia en Cuba, regresó a Venezuela con un mensaje nacionalista y populista dirigido a los perjudicados por los siglos de injusticia social y el fracaso de proyectos como desarrollismo y el neoliberalismo, pero sin instrumentar una política alternativa real para modificar las causas estructurales. Con ese falso, pero atractivo mensaje se impuso en las elecciones presidenciales de 1998.
Al asumir la presidencia inauguró la llamada Revolución Bolivariana bajo la máscara de “socialismo del siglo XXI” —concepción formulada en 1996 por Heinz Dieterich[8] para distanciarse del fracaso del socialismo totalitario en Europa del Este—, para instalar por la vía electoral, lo que Fidel Castro implantó por la vía armada: un sistema totalitario.
Hasta su fallecimiento, en el año 2013, cambió el nombre del país por el de República Bolivariana de Venezuela, y se empleó a fondo para gobernar mediante decretos presidenciales, eliminar la división de poderes, establecer mayor control sobre los medios de comunicación y de producción, y crear una estructura similar a la establecida en Cuba, comenzando por los “Círculos Bolivarianos” —copia de los Comités de Defensa de la Revolución”— para que el pueblo vigilara al pueblo.
Los sectores opuestos a sus objetivos respondieron con paros laborales, solicitaron su renuncia, realizaron marchas de protestas que fueron reprimidas violentamente, e intentaron sacarlo del poder por un golpe de Estado en el 2002 y mediante un referendo revocatorio en 2003. Ante este último intento, con el asesoramiento y apoyo del gobierno cubano, Chávez apeló a los millones de alfabetizados y atendidos por los programas de salud, concedió préstamos a pequeños empresarios, entregó títulos de propiedad de la tierra a campesinos y prestó ayuda a estudiantes que no habían podido ingresar a la universidad y logró imponerse en el referendo convocado por la oposición.
Con el impulso de esa “victoria” y de su reelección en 2006, Chávez convocó otro referendo con el objetivo de convertirse en dictador por la vía constitucional. Para ello, utilizando el antimperialismo, enarboló la consigna “El que vote por el Sí está votando por Chávez, el que vote por el No, vota por Bush”. La mayoría votó por el No. Luego, en otra convocatoria en 2009 dirigida a eliminar el límite de tiempo establecido para ser reelecto, se impuso con cerca del 58% de los votos, por lo cual en 2013 resultó electo para un cuarto mandato consecutivo frente a Henrique Capriles.
Durante catorce años, aunque se sostuvo con una mayoría por encima del 50% de los votos, no pudo materializar su aspiración: reproducir el totalitarismo cubano. Al contrario, en ese proceso los venezolanos aprendieron el valor del voto como instrumento de la soberanía popular.
Por su parte la declaración del Consejo Nacional Electoral de Nicolás Maduro como “ganador” de las elecciones presidenciales convocadas por el fallecimiento de Chávez en 2013, con una diferencia de 224 268 votos en casi 15 millones, desencadenó las violentas manifestaciones de 2014. En ese contexto polarizado, haciendo uso de los conocimientos adquiridos en Cuba durante su estancia como estudiante de la Escuela Ñico López[9], hizo un “aporte” teórico a los conceptos de diálogo y negociación: de forma de comunicación para solucionar conflictos y oportunidad para arribar a acuerdos por vía pacífica, los estableció desde la fuerza. A pesar de ello, la oposición en diciembre de 2015 obtuvo la mayoría de los escaños de la Asamblea Nacional.
Apoyado en una burocracia que aumentó de 1,2 a 4.0 millones de funcionarios y en los beneficiarios de las políticas populistas, Maduro convocó a una Asamblea Nacional Constituyente para reformar el Estado y redactar una nueva Constitución, lo que generó una ola de protestas que dejó un saldo de 160 muertos y miles de heridos. Luego, en las elecciones presidenciales de 2018 —con un 46% de asistencia— se declaró vencedor. Sus oponentes y varios países las calificaron de fraude, lo cual desembocó en un levantamiento cívico-militar. Entonces, la Asamblea Nacional dominada por la oposición declaró a Maduro usurpador del poder; mientras Juan Guaidó[10], entonces presidente de la Asamblea, haciendo uso de los artículos 223 y 233 de la Constitución asumió la presidencia interina de Venezuela. Surgió así una dualidad de poderes hasta que, en el año 2020, previo boicoteo a los principales partidos y líderes opositores, Maduro logró imponerse en las elecciones parlamentarias, dando por terminada la presidencia de Guaidó que había sido reconocida por unos cincuenta países.
Los hechos descritos demuestran de un lado, la precariedad legal y moral del chavismo antes de la derrota de 2024 y de otro lado, a un pueblo que sobre la marcha aprendió a defender sus libertades y superar el miedo inducido por la represión; hechos que contienen valiosas enseñanzas para el presente y devenir de Cuba. Para demostrarlo repasemos cuatro conceptos claves:
La política, surgida de la actividad humana a partir de que los hombres comprendieron que su destino como seres sociales, estaba sujeto a la toma de decisiones colectivas en las que se aprenden sobre la marcha hasta elevarse a la categoría de agentes activos de los cambios sociales.
La soberanía popular, es el ejercicio de la voluntad general del pueblo mediante el cual elige a sus representantes temporalmente, pero que no les trasmite su poder. De ese principio emanan las elecciones periódicas y libres de los gobernantes, la separación de los poderes públicos, de manera que el sujeto de la soberanía popular es el ciudadano.
El ciudadano, sujeto de derechos y deberes requiere de la existencia legal de la sociedad civil —entramado de asociaciones, espacios públicos, medios de expresión y otros recursos mediante los cuales participan en los procesos políticos, económicos, sociales y culturales de su interés sin más autorización que las que emanan de las leyes—, y de un marco jurídico que lo promueva y garantice, para lo cual se requiere de la correspondiente formación ciudadana.
La formación ciudadana, requisito para que el pueblo soberano pueda participar activa y conscientemente en los destinos de su nación. Aquí es oportuno recordar el precepto de José Ortega y Gasset expuesto en su obra La rebelión de las masas: “no hay razón para negar la realidad del progreso, pero es preciso corregir la noción que cree seguro este progreso”. Tal como si estuviera previendo lo que hoy ocurre en Cuba, añadió: “Todo, todo, es posible en la historia, lo mismo el progreso triunfal e indefinido que la periódica regresión”.[11]. Apoyado en las enseñanzas de Venezuela se puede afirmar que la transformación de los cubanos en actores políticos, en ciudadanos, es un reto complejísimo, pero a la vez, insoslayable para la democratización.
Algunas diferencias a tener en cuenta entre Cuba y Venezuela
Venezuela —gobernada durante gran parte de la primera mitad el siglo XX por dictadores como Cipriano Castro, Juan Vicente Gómez y Marcos Pérez Jiménez— recobró la institucionalidad democrática en 1958 con un golpe cívico-militar. Cuarenta años después el coronel Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales y copió el modelo cubano, pero al no pudo barrer totalmente con el tejido institucional, continuó dependiendo de mecanismos democráticos como el multipartidismo, las elecciones periódicas y la libertad de prensa.
Cuba, a pesar de haber contado con la Constitución de 1940, una de las más avanzadas del siglo XX, la sociedad civil no alcanzó la madurez suficiente para impedir el giro del proceso revolucionario hacia el totalitarismo. Como el castrismo no emergió de las urnas, no tuvo que contar con la opinión pública: monopolizó la política, la economía, la enseñanza, la cultura, y los medios de comunicación, y sustituyó la sociedad civil por otra subordinada al poder. Desdiciéndose de la promesa de celebrar elecciones inmediatas, un año después proclamó la consigna “¡Elecciones para qué!”. Desde ese momento, despojado de las libertades y de los espacios públicos, los cubanos perdieron la noción de responsabilidad cívica: el ciudadano desapareció.
El “terror característico de la dominación totalitaria —escribió Anna Arendt—, debido a su intensidad y su carácter cotidiano, lleva a los individuos que viven bajo estos sistemas a experimentar la soledad más radical que pueda imaginarse”.[12]
La pérdida de la esfera pública, un efecto logrado en Cuba, pero no en Venezuela, explica por qué el proceso de lucha popular contra Chávez condujo a la unidad de la mayoría de los venezolanos y de las organizaciones opositoras, que encabezadas por María Corina Machado han demostrado, como ella expresó el pasado 3 de agosto en la multitudinaria manifestación de Caracas: “Hoy el miedo está en otra parte (…) La nuestra es una lucha cívica y pacífica”.
Los resultados de esa sabiduría, de la pérdida del miedo, unido a la disposición de conquistar la libertad con inteligencia, pero al precio que sea necesario, no tiene precedentes en la historia política de Venezuela ni de otros países de la región. Esa disposición, cuya última expresión han sido las multitudinarias concentraciones en Venezuela, acompañadas de actos similares en unas 300 ciudades de todo el mundo, han atraído la solidaridad internacional, incluyendo instituciones, partidos y países que en ocasiones anteriores miraron para otra parte, ahora están acompañados con acciones concretas en apoyo al pueblo venezolano. En “¿Qué líneas de acción deberían tomar las gestiones internacionales sobre Venezuela”, publicado en Diario de Cuba, el politólogo cubano Juan Antonio Blanco plantea que: lo que ocurre en Venezuela ha emplazado a la autodenominada izquierda de la región[13]. Ejemplos de ello son los miles de militantes de izquierda que participaron en las masivas manifestaciones en todo el mundo contra Nicolás Maduro o la reciente declaración suscrita por 22 países más los 27 de la Unión Europea, entre los cuales algunos se autodefinen como izquierda. Una presión que ni Maduro ni ninguna otra dictadura podrán ignorar.
Por tanto, los esfuerzos de Maduro y de sus aliados dirigidos a: que la Asamblea Nacional apruebe una nueva ley limitando el trabajo de las organizaciones no gubernamentales y las ya menguadas libertades; a aprobar una nueva reforma electoral para que los “extranjeros” puedan pronunciarse sobre comicios en el país; [14] a dictar una nueva ley contra el “fascismo” para reprimir con mayor fuerza a sus enemigos; y a que el Tribunal Supremo repita el conteo de las actas. Así como que figuras políticas como Ignacio Lula da Silva de Brasil y Gustavo Petro de Colombia propongan repetir las elecciones, algo que constituye una falta de respeto a un pueblo que está pagando tan alto precio por su libertad. Son tentativas dirigidas a burlarse del pueblo y de la comunidad internacional, cuando lo que se debe es exigir y presionar para que Maduro se abstenga de hacer uso de la violencia y abandone el poder.
Conclusiones
- Venezuela no es un caso excepcional, sino un caso particular de la lucha a escala global entre totalitarismo y democracia.
- La dictadura de Venezuela, como la de Nicaragua, tienen su cimiento en el totalitarismo exportado por Fidel Castro a la región. El camino de la vía electoral para incubar dictaduras totalitarias, después de las elecciones de julio de 2024 queda cerrado.
- El uso reiterado en la región de reformar las constituciones para legalizar y eternizar dictaduras totalitarias parece haber llegado a un límite y fracasado como antes fracasó la exportación del modelo cubano mediante las guerrillas.
- El gobierno de la Isla, al cerrar filas al lado de Maduro, queda en mayor aislamiento internacional.
- El rescate del ciudadano —que en Cuba incluye su formación— es el más importante de los pasos a dar. De él depende la unidad del pueblo, la pérdida del miedo inducido, la disposición, el civismo y el apoyo de la comunidad internacional.
Referencias
[1] Carlos Andrés Pérez (1922-2010, presidente electo de Venezuela de 1974 a 1979 y de 1989 a 1993.
[2] Dimas Castellanos. “Venezuela: lo que no previeron el chavismo ni sus padrino”. Diario de Cuba. 26 de julio 2024 En: https://diariodecuba.com/internacional/1721991836_56236.html
[3] Marcos Pérez Jiménez (1914-2001), político y militar, presidente de Venezuela de 1952 a 1958.
[4] Rafael Caldera (1916-2009), jurista, académico, estadista y político venezolano.
[5] Rómulo Betancourt (1908-1981), político y periodista, presidente de Venezuela de 1959 a 1964.
[6] Ramón Escovar León. El Nacional, quien cita a Robert J. Alexander en su biografía Rómulo Betancourt and the Transformation of Venezuela (Transaction Books, New Brunswick-London, 1982, p. 540.
[7] Carlos Alberto Montaner (1943-2023), periodista, escritor y político, fundador de la unión Liberal Cubana.
[8] Heinz Dieterich. “Origen y evolución del Socialismo del Siglo XXI”. Aporrea. 29 marzo 2010
https://www.aporrea.org/ideologia/a97929.html
[9] Escuela Superior del Partido Comunista de Cuba, centro de capacitación de dirigentes y cuadros de Cuba y de otros países, donde Maduro recibió su formación entre 1986 y 1987.
[10] Juan Guaidó (1983), ingeniero. Presidente interino de Venezuela entre 2019 y 2023.
[12] Schmitt, Carl y Hannah Arendt. Consenso y conflicto; la definición de lo político. Colombia, Editorial de la Universidad de Antioquia, 2002.
[13] Juan Antonio Blanco. “¿Qué líneas de acción deberían tomar las gestiones internacionales sobre Venezuela?”. Diario de Cuba. 17 agosto 2024 https://diariodecuba.com/internacional/1723892786_56638.html
[14] Mary Triny Mera. “¿Qué contiene la ley que pone en la mira a las ONG en Venezuela?”. 16 agosto 2024. CNN
https://cnnespanol.cnn.com/2024/08/16/que-contiene-ley-oeneges-venezuela-orix/